miércoles, 31 de diciembre de 2008

Los leprosos


La fotografía de esta mujer nos puede impresionar, con una pierna amputada, e igualmente varios dedos de las manos, y otras llagas propias de la lepra. En nuestro mundo occidental y desarrollado nos parece que eso de la lepra es cosa de siglos pasados, pero en África y otros muchos países pobres esa es una realidad ahí presente, y no completamente vencida. En la misión de Gobó, en el norte del Camerún donde trabajé me encontré con muchos leprosos, tanto en las aldeas como en la ciudad, hombres, mujeres, jóvenes, e incluso niños. En el dispensario de la misión el jueves estaba dedicado a curar a los leprosos. Había unas cincuenta personas que todos los jueves pasaban por el dispensario para su tratamiento. Recuerdo perfectamente a una joven madre leprosa, Pauline, que todos los domingos venía a la iglesia con su niña pequeña a la espalda, y cuando se acercaba a comulgar y extendía las manos, cogía la Sagrada Forma entre sus muñones, pues no tenía dedos, perdidos por la lepra. Pero, ¡con que fe participaba en la Eucaristía!, y, ¡qué bien cuidaba a su niña, lo limpia y aseada que la llevaba! Cuando leía el Evangelio y los relatos sobre Jesús me parecía estar mucho más cerca de Él entre los Museys, que en este mundo occidental, tan distinto y tan alejado de Dios.

miércoles, 24 de diciembre de 2008

La farmacia

En el dispensario de la misión de Gobó había también una farmacia, bastante bien abastecida, por cierto, cosa que no sucedía en otros centros médicos públicos, ni incluso en el hospital de Yagoua; por lo que resultaba casi inútil ir al hospital, pues el enfermo salía con la receta del médico en la mano pero sin los medicamentos adecuados para su enfermedad; si tenía dinero y suerte los podía encontrar en alguna tienda del mercado o de los que negociaban con los medicamentos, que a veces venían de contrabando desde Nigeria. Pero eso no sucedía en el dispensario de Gobó, pues las hermanas estaban muy atentas a que nunca faltasen los medicamentos más necesarios para los diferentes tratamientos médicos. Normalmente hacían el pedido a los laboratorios del sur del Camerún, de Douala o de la capital Yaoundé, pero otras veces llegaban desde Francia o desde el Canadá, enviados por bienhechores de la congregación o amigos que querían colaborar con el dispensario de la misión. En una amplia sala, bien aireada, y con unas simples estanterías de maderas hechas en la misión, estaban bien ordenados y clasificados, y se administraba a los enfermos, no por cajitas, sino por pastillas sueltas, según la necesidad de cada paciente.

lunes, 15 de diciembre de 2008

La maternidad

Al dispensario de la misión de Gobó acudían todos los días muchos enfermos para consulta, tratamiento médico, curar heridas, o en busca de medicamentos, pero también casi diariamente había algunas mujeres que iban para dar a luz. Era lo más hermoso del dispensario, la nueva vida que llegaba, aunque con dolores, e incluso alguna vez con fallecimiento por complicaciones en la hora del parto. Las jóvenes madres llegaban desde toda la región, e incluso desde el vecino Chad, pues pronto se dieron cuenta de las ventajas de una buena atención médica en la hora del parto por parte de las hermanas misioneras y de los enfermeros; mucho mejor que dar a luz en la choza de la aldea atendida sólo por las vecinas o matronas tradicionales. Como he comentado en otro blog anterior, en Gobó no teníamos un hospital, ni médicos, sólo un dispensario médico atendido por las misioneras canadienses, una sala del dispensario estaba dedicada para los partos. En pocos años de vida del dispensario se empezó a ver los buenos resultados, sobre todo en el descenso de fallecimientos de bebés, y en el crecimiento de la población. Gobó comenzó a crecer, pues muchas gentes de otras aldeas más pequeñas venían a instalarse allí para estar cerca de un centro de salud.


martes, 2 de diciembre de 2008

La consulta médica

En el dispensario de la misión de Gobó, además de las religiosas canadienses y de la enfermera francesa, trabajaban también otros enfermeros de la región que habían sido formados allí mismo por las misioneras. Además tenían que hacer de intérpretes, puesto que ni Lilianne, la enfermera francesa, ni las religiosas habían aprendido la lengua Musey, y por otra parte sólo un número muy reducido de personas hablaba el francés, la lengua oficial del Camerún. Todos los días había un grupo muy numeroso de personas que venían al dispensario para consultas médicas y tratamientos adecuados a su enfermedad. Sobre todo, mamás gestantes, o ya con sus bebés, que tenían que pasar consulta, tratar las diversas enfermedades, seguir los tratamientos de vacunación, ir a por las medicinas, sobre todo la nivaquina para la malaria, enfermedad endémica en la región y en gran parte de los países africanos. Algunas veces llegaban con niños desnutridos, con el vientre hinchado a causa de la carencia de alimentos, especialmente en la estación de lluvias, pues el mijo se acababa en los graneros y todavía no se había recolectado la nueva cosecha de mijo, el alimento base de la sabana africana. En el dispensario de la misión se trataba a toda la gente por igual, tanto a los cristianos, como a los musulmanes o a los paganos. Cosa que no sucedía en otras instancias de la administración pública, pues había un claro favoritismo por los musulmanes y como medio de presión a que los otros se hicieran también musulmanes.

lunes, 17 de noviembre de 2008

Las hermanas borrachas

Cuando llegué a la misión de Gobó estaban allí las soeurs grises de Montréal, que habían llegado unos meses antes, y que permanecieron en aquella misión nueve años, hasta 1984. Lo primero que me llamó la atención fue el nombre, que no se refería al hábito gris, sino que quería decir ebrias, beodas, borrachas. Este nombre popular le viene desde su fundación en Montréal, Canadá en 1737, por Margarita d'Youville. Margarita había estado casada con un señor que se dedicaba a la venta de alcohol a los indios, y quedó viuda a los 28 años con seis hijos, cuatro de los cuales murieron de temprana edad. Fundó la congregación de las hermanas de la Caridad de Montréal para atender a los enfermos. Margarita d'Youville fue beatificada por el Papa Juan XXIII, y canonizada en 1990 por Juan Pablo II.
En Gobó había una comunidad de tres hermanas: Christiane, Simone y Lorraine; las dos primeras eran enfermeras y todo su trabajo estaba en el dispensario, juntamente con Liliane Pellegrin, una enfermera laica francesa que llegó a Gobó en 1972, antes de que se construyera el dispensario, pues este no abrió sus puertas hasta 1974. Lorraine se dedicaba a la alfabetización y colaboraba con la pastoral parroquial. En el dispensario había mucho trabajo, no se paraba de día ni de noche, pues cuando menos se esperaba llegaba un enfermo, una persona herida por algún tipo de accidente, un mordido por una serpiente, o una madre que iba para dar a luz. Soeur Simone era el ángel del dispensario que acogía a todos con su sonrisa y bondadosa caridad.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Dom Pya


La misión de Gobó, que abarcaba una treintena de aldeas, estaba dividida en dos sectores: Gobó y Dom. A nivel de cada sector había un responsable laico que coordinaba el trabajo pastoral, y era el mayor colaborador del misionero. En cada sector de la misión habían unas 12 o 14 aldeas en las que existía una pequeña comunidad cristiana, o estaba en sus comienzos y sólo tenían catecúmenos. Al cargo de cada comunidad había uno o varios catequistas. Al sector de Dom pertenecían las aldeas de Dom Pya, Dom Chandum, Dom Chantoko, Dom Suluku, Polgue, Gumma, Galam Fulla, Galam Mbasa, Mongui Pala, Mudumara, Kayna, y otras que no recuerdo.
El domingo se celebraba la Eucaristía en uno de los dos sectores; un domingo en Gobó y el siguiente en Dom Pya. Cuando se celebraba en Gobó, todos los cristianos de las aldeas de ese sector acudían a la Eucaristía a Gobó, lo que les suponía andar varios kilómetros según la distancia de cada aldea. Los cristianos y catecúmenos de las aldeas del otro sector se reunían en su propia aldea con sus catequistas y hacían una celebración litúrgica de la Palabra. En Dom Pya se había construido una capilla de paredes de adobe y techo de hojalata, que vemos en la foto, pero cuando llovía, sobre todo cuando la lluvia era fuerte, era tal el ruido que no se podía oir nada de la celebración de la Palabra. El altar era de barro, y para el sagrario habían hecho una especie de granero al estilo de sus graneros para el sorgo y el mijo, pero en pequeño.

lunes, 27 de octubre de 2008

Los Musey


Antes de seguir escribiendo sobre mi nueva misión de Gobó, tengo que hablar del pueblo que fui a evangelizar, el pueblo Musey. Los Musey habitan en el Chad, (hoy día cerca de 200.000), y un número mucho más reducido, (unos 20.000) en el Camerún. Cuando yo llegué a Gobó en 1976, calculaba que eran unos 10.000, en la zona camerunesa, y era la única misión del Camerún donde se hablaba la lengua Musey. Yo intentaré escribir siempre Musey, aunque también a esta etnia y lengua se la conoce por los siguientes nombres: Musei, Mussei, Mussey, Moussey, Moussei, Mussoi, Mussoy, Mosi, Museyna, Mousseyna, Bananna, y Bananna Ho Ho. Dentro de la lengua Musey hay diferentes dialectos. El que se hablaba en Camerún era el Pe. Aunque nosotros utilizábamos el de Gounou Gaya en los textos de los catecismos, y de los evangelios, que eran los únicos textos que estaban traducidos a la lengua Musey. De esos 10.000 habitantes que yo calculaba que habitaban en el distrito de Gueré, en la parte del Camerún, sólo había unos 200 cristianos bautizados y 800 catecúmenos, en unas 35 aldeas, varias de ellas sin ningún cristiano. La misión estaba dividida en dos zonas: Gobó y Dom, y tenía la inestimable colaboración de unos 40 catequistas. La gran mayoría eran animistas, seguían la religión tradicional de sus antepasados; había también algunos cristianos de iglesias protestantes y musulmanes. Pero los Musey, a diferencia de los Massá, estaban mucho más abierto al cristianismo, y también a la escuela, y a todo lo que veían que era un progreso para ellos. Ese espíritu abierto al exterior es lo que les ha hecho progresar por encima de sus vecinos en estos últimos lustros.

lunes, 20 de octubre de 2008

El dispensario


En el terreno de la misión, a varias decenas de metros detrás de la iglesia, se encontraba el dispensario, dirigido por dos misioneras canadienses, las soeurs grises de Montreal, y una enfermera francesa, Liliane Pellegrin, que fue la que comenzó el trabajo sanitario entre los Museys, antes de que llegaran las religiosas. El edificio, aunque nuevo, no era de grandes dimensiones; tenía una primera sala de atendimiento a los enfermos, otra más reservada, maternidad, farmacia, servicios y almacén. La gente llegaba desde la primera hora de la mañana al salir el sol, hasta el mediodía, y tenían que esperar su turno en el porche y alrededores. No era un hospital, pero hacía las veces de hospital, pues el más cercano estaba en Yagoua a 50 kilómetros de distancia, y sin transporte para poder acudir a él. Al dispensario de la misión de Gobó acudían los enfermos, no sólo de toda aquella región, sino también los de Ardaf, donde había un pequeño hospital público, pero que nunca tenía medicamentos, ni era buena la atención médica. Cuántas veces ví a militares y policías de Ardaf que venían al dispensario de la misión de Gobó para ser atendidos ellos, o para que sus mujeres dieran a luz, pues se fiaban poco del hospital del gobierno. También venían muchas personas del vecino Chad, pues allí la situación era todavía peor. Si la misión comenzó en Gobó con la instalación de un molino de harina, la verdadera revolución de Gobó y sus alrededores fue el dispensario que les cambió su vida a miles de familias Museys.

lunes, 13 de octubre de 2008

La iglesia

Esta era la iglesia de la misión de Gobó, que había construido el P. Jean Savoie, espiritano francés, que fundó esta misión entre los Museys, en el norte del Camerún. Aunque en la diócesis de Yagoua la mayor parte de los misioneros eran oblatos de María Inmaculada, también había algunos espiritanos; estos comenzaron a trabajar en la misión de Djougounta, y desde allí extendieron su apostolado hacia Gobó, región de los Museys. Al ver la buena acogida que tuvieron entre ellos, el P. Savoie decidió instalarse en Gobó. Comenzó poniéndoles un molino para el mijo, luego construyendo el dispensario, y finalmente la iglesia que vemos en la foto y las casitas para él y para las hermanas que se ocuparían del dispensario. Creo que fue en 1974, sólo unos dos años antes de mi llegada, que se había construido tanto el dispensario como la iglesia. Bueno, más que iglesia era un "área sagrada", se puede decir que sólo el presbiterio estaba bajo techo; el lugar de los fieles, separado por un pequeño muro del exterior estaba al aire libre, donde se habían plantado algunos árboles con la intención que al cabo de los años dieran una buena sombra a todos los feligreses; pero entonces como eran muy pequeños, tuvieron que hacer un sombrajo de paja para evitar el tórrido sol africano durante las celebraciones litúrgicas; para asiento unos simples bloques de cemento que se habían hecho para la construción del dispensario y de la iglesia. El altar de cemento, en forma de omega, el alfa estaba en la puerta de entrada del recinto sagrado. Como imágenes y retablo, una simple barra de hierro, dibujando sobre la pared blanca, las figuras de Jesucristo en la cruz y de la Virgen María. El sagrario al fondo, sobre el tabique de división entre la iglesia y la capilla del santísimo, donde se celebraba la Eucaristía los días de diario. Así era la iglesia de mi nueva misión. Sé que al cumplirse los 25 años de la fundación de la misión se ha construido una nueva iglesia en Gobó, pero no tengo fotos para poder mostrar, espero que algún día la pueda visitar.

lunes, 6 de octubre de 2008

Mi nueva misión



A mediados de marzo de 1976 me trasladé a mi nueva misión, a 50 kilómetros de Yagoua, la misión de Gobó, de la que fui nombrado párroco. Me acompañó hasta allí el P. Philippe Alin, que era el Vicario de la Diócesis, y el que se había ocupado de esa misión durante unos meses, después que el P. Jean Savoie, espiritano francés, que había estado allí unos años, fuese nombrado rector del Seminario francés en Roma. A los seis meses de mi llegada a África, después de haber comenzado a aprender la lengua massá, al ser enviado a Gobó y habitar en aquella región los Museys tenía que comenzar de nuevo a aprender una nueva lengua, aunque en realidad tenía bastantes cosas en común con el Massá.
La realidad era diferente a Yagoua, estaba en una misión de "brousse", es decir en un pequeño pueblo, en medio rural muy pobre y apartado, cerca de la frontera con el Chad, sin luz eléctrica, ni agua corriente, ni panadería, ni tiendas para comprar lo más básico, sin servicio de correos... estaba metido en el África profunda, y sólo como misionero, aunque también vivían en la misión tres hermanas canadienses que hacía unos meses habían llegado para ocuparse del dispensario y de la animación femenina, y Liliane Pellegrin, una enfermera francesa que llevaba allí unos años trabajando en el dispensario que el P. Savoie había construido. En la foto podemos ver mi casa-habitación, casa-huésped y almacén.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Mercadillo



Cada domingo por la mañana, a la salida de la Misa, se organizaba junto a la iglesia un pequeño mercado, en el que se compraba y vendía los alimentos básicos: pescado fresco del Logone, o secado al sol, mandioca, mijo, zanahorias, hortalizas, tabaco, cerveza de mijo, e incluso hazes de leña para poder cocinar; un mercadillo propio de mujeres que habían asistido a la Misa con su productos, que después vendían fuera, para conseguir algo de dinero y luego comprar lo necesario para que sus hijos pudieran in a la escuela. En realidad casi ni se podía llamar mercadillo, pues duraba poco tiempo y había pocos productos a la venta; pues el mercado se hacía todos los días en la plaza pública de Yagoua, y sobre todo el gran mercado era el jueves, que duraba todo el día y en la que se podía comprar todo tipo de productos, no sólo alimenticios, sino manufacturados, ropas, muebles,materiales para la construcción, animales, etc...
Ese primer domingo de marzo de 1976 sería el último que celebré la Misa en la parroquia de Saint Paul en Yagoua, pues unos días después me iría a la misión de Gobó de la que fuí nombrado párroco, justamente a los seis meses de mi llegada al Camerún.

martes, 26 de agosto de 2008

Misa en Massá

Todos los domingos y días festivos se celebraban dos Eucaristías en la parroquia de Saint Paul, una en francés para los sudistas, es decir para los cristianos provenientes de otras regiones del Camerún, principalmente funcionarios de la Administración, o empleados de algunas empresas instaladas en Yagoua, como la Sodecoton, a la que incluso también asistían algunos franceses, aunque muy pocos, los llamados cooperantes, directivos de dichas empresas. La otra Eucaristía mucho más participada y popular se celebraba en lengua massá, para los Massás, aunque también asistían los Mouseys, Guiseys, y Winas. Impresionaban los cantos de todos los asistentes marcados por el ritmo del tam-tam y las danzas y balanceos de hombres y mujeres. ¡Qué bellas y alegres eucaristías! La proclamación de la Palabra de Dios era una auténtica proclamación, pues no se hacía una lectura de la palabra, sino que era proclamada por alguna persona que antes había memorizado el texto del evangelio en lengua massá. En una cultura de tradición oral, donde las historias y acontecimientos pasan de padres a hijos y nietos, donde no existen libros, sino que todo se transmite oralmente, que bello era transmitir el evangelio de viva voz. Además los primeros cristianos también vivieron esa experiencia, pues antes de ser escrito los evangelios, fueron transmitidos oralmente por los apóstoles.

martes, 19 de agosto de 2008

Misionero, albañil y carpintero



Como he comentado en otros blogs anteriores, la nueva parroquia de Saint Paul de Yagoua, que estaba dentro del terreno del obispado, tenía ya construida la iglesia, que vemos al fondo de la foto, y las casas de las hermanas misioneras Hijas del Espíritu Santo, pero no existía la casa parroquial, por lo que tanto el P. Ignace, el párroco, como yo, su vicario, vivíamos en el obispado. Es sabido que muchas veces los misioneros además de dedicarse a la evangelización, el anuncio del Evangelio, celebración de los sacramentos, catequesis, formación cristiana, etc. tienen que dedicarse a otras tareas materiales, como construcciones de iglesias, capillas, casas parroquiales, dispensarios, hospitales, escuelas, colegios, pozos y otras infraestructuras necesarias, y hay que hacer de ingeniero, perito, director de obras, e incluso de albañil; otras veces de mecánico, carpintero, herrero, y otros muchos oficios necesarios para poder montar la misión.


Para mí fue una gran ayuda el año de mi noviciado en Aranda de Duero, pues la casa estaba a medio construir y los mismos novicios dedicábamos todos los días unas horas al trabajo manual tanto en la albañilería como en la carpintería, eso me sirvió luego para tener una cierta idea de la construcción y ayudar a construir la casa parroquial de la parroquia de Saint Paul, como luego las casas, y pozo de la misión de Gobó, a la que sería destinado como párroco, un mes después. Y años más tarde en la misión de Jutaí en Amazonas, Brasil.

miércoles, 6 de agosto de 2008

La santa Unción

En los primeros meses de mi vida misionera acompañaba al P. Ignace, que era el párroco de Saint Paul, sobre todo en las visitas a las aldeas que todavía no conocía. Al llegar a la aldea que visitábamos la gente se reunía a nuestro alrededor, buscábamos la sombra de alguna acacia, u otro lugar adecuado, pues en casi ninguna de las aldeas existía una simple capilla, preguntábamos por la marcha de la comunidad, la formación de los catecúmenos, la asistencia a la catequesis y celebración dominical, la ayuda a los pobres y enfermos, los trabajos comunitarios, la educación de los niños y jóvenes, el trabajo de los catequistas y demás responsables de la comunidad, y después de nuestras orientaciones y palabras de ánimo para todos, celebrábamos la Eucaristía. También visitábamos a los enfermos para darles unas palabras de ánimo, algún calmante contra el dolor, comprimidos contra la malaria, y a veces teníamos que llevarlos en nuestro propio vehículo al hospital de la ciudad, a Yagoua.
Esa tarde de febrero nos acercamos a casa de Gabriel, un anciano enfermo en su lecho de dolor, una simple esterilla en el suelo, rodeado del cariño de sus familiares y vecinos, y allí en una hermosa celebración litúrgica, recibía el sacramento de la santa Unción, y el viático que lo preparaba para su último viaje hacia la eternidad.

miércoles, 30 de julio de 2008

Babá Simon Mpecke


Desde que llegué al Camerún, oí hablar varias veces de Babá Simón, el primer sacerdote camerunés originario del sur que fue al norte del país para evangelizar a los kirdis de las montañas de Mora. Kirdi es una palabra árabe utilizada por los musulmanes que quiere decir infiel, para referirse a todos los que no son musulmanes, pero que incluye a diferentes tribus del norte de Camerún. Yo no pude conocer a este gran hombre y santo misionero, pues falleció el día 13 de agosto de 1975, unas semanas antes de mi llegada al Camerún. Pero en enero de 1976 veía un reportaje hecho por la televisión francesa para su programa religioso dominical, del que saqué esta fotografía. Mpecke nació en 1906 en Edéa en el sur del país, hijo de padres agricultores no cristianos, asiste a la escuela de la misión católica y pide el bautismo. Será un padre espiritano el que lo bautiza el 14 de agosto de 1918, tomando como nombre Simón. Trabaja en la escuela de la misión y allí descubre su vocación para el sacerdocio. Será ordenado sacerdote el 8 de diciembre de 1935, siendo uno de los ocho primeros sacerdotes cameruneses que fueron ordenados aquel día, por el obispo espiritano monseñor Vogt.
Trabajó en el sur durante varios años, y fue párroco de New Bell en Duala. Pidió a su obispo que lo dejara ir como misionero entre los Kirdis del norte del país y en 1959 se convierte en el primer sacerdote camerunés que se desplaza a más de mil kilómetros para trabajar en el norte del Camerún, en el que aquel entonces sólo existía la diócesis de Garoua. Hoy son ya cuatro diócesis, regidas por obispos cameruneses, y con clero y religiosas nativos. Fue destinado a la misión de Tokomberé, donde trabajó los 16 últimos años de su vida como misionero. Un misionero querido por todos, tanto paganos, como musulmanes, y cristianos. Allí le dieron el nombre de Babá, que quiere decir papá, fue un auténtico padre para todos. Misionero de sotana blanca raída y de pies descalzos. Hombre humilde y sencillo. De una intensa vida de oración permanente. De un amor a Dios que lo reflejaba en un profundo amor a todas las gentes. Hombre que llevó la escuela a la gente de la montaña, que luchó contra la miseria y que tuvo siempre presente la promoción humana. Hombre de respeto a las tradiciones religiosas de las tribus de la montaña, que supo mantener vivo el diálogo interreligioso. Un santo misionero, ejemplo para los misioneros que eramos extranjeros, y ejemplo para los propios cameruneses. Hoy está en proceso de beatificación. Babá Simón, ruega a Dios por los kirdis del Camerún y por todos los misioneros que anuncian el Evangelio de Jesucristo.

lunes, 21 de julio de 2008

Una víbora en el camino




Cuando se habla de África muchas veces se piensa en los grandes animales salvajes, en los elefantes, jirafas, hipopótamos, rinocerontes, leones... y la gente lo primero que pregunta al volver a España es si me he encontrado alguna vez con algunos de esos animales salvajes; en verdad sí he visto varios de ellos, pero lo más común, y creo que los más peligrosos para los campesinos son la multitud de serpientes que hay en aquellas tierras cálidas, muchas de ellas mortales. Existen más de 2000 especies diferentes de serpientes; unas no son venenosas como las culebras o las boas, otras sí, como las víboras, crótalos, serpientes de cascabel, najas o diferentes tipos de cobras. Allí en Yagoua, como era una zona de estepa tropical, próxima a la región sub-sahariana, de clima muy caliente, había muchas víboras y cobras venenosas, algunas mortales como la bitis y la echis. Yo me encontré a lo largo de los seis años que estuve allí con varias de ellas en diferentes circunstancias y sitios, en los caminos, en el campo, dentro de casa, en la ducha, debajo de la cama, en el almacén, en el dispensario... pero gracias a Dios nunca fuí mordido por ninguna de ellas ni picado por ningún escorpión. Pero a menudo ví personas con grandes picaduras, sobre todo en las piernas, también en las manos, heridas que tardaban muchos días en cicatrizar, y como digo conocí a varios que murieron por causa del veneno de las serpientes. Más de una vez he pensado en las palabras de Jesús en el envío de los discípulos y de las señales que les acompañarán. "expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, tomarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien" (Mc.16,17-18).

lunes, 14 de julio de 2008

Eucaristía en el corral

El P. Ignacio Vermesch, oblato de María Inmaculada, era el párroco de San Pablo, y aunque se dedicaba sobre todo a los fieles de lengua francesa; a los "sudistas" como le decían allí en Yagoua, y a las clases de religión en el liceo, sin embargo también visitaba los barrios massás de la ciudad y las aldeas de alrededor. Con él fui empezando a conocer la parroquia y sus diversas tareas pastorales. Esta escena que nos muestra la fotografía que tomé en un barrio de Yagoua, sería luego muy habitual para mí en diferentes aldeas africanas, incluso con menos medios, pues a veces ni siquiera tenían una simple mesa, y tuve que celebrar la Eucaristía sirviendome como altar la pequeña maleta en la que llevaba la patena, el cáliz y los ornamentos sagrados. Así en el corral del saré, entre las chozas de la familia que nos acogía, cerca de las vacas, con las cabras, perros y gallinas alrededor, pero con un grupo de cristianos y catecúmenos que nos rodeaban con mucha fe y deseosos de escuchar la palabra de Dios, y siempre con un fiel catequista que reunía a la comunidad, les enseñaba a rezar y les explicaba el catecismo, hacía las lecturas y traducía del francés a su propia lengua la homilía del sacerdote. ¡Qué grandísima labor la de los catequistas en África!
Años después, cuando ya estaba en España, vi que se publicaba esta foto del P. Ignacio entre los Massás, en los carteles de la campaña misionera de las OOMMPP; foto que fue tomada en aquellos días por unos reporteros de una agencia de prensa, y en la que aparece el P. Ignacio con su inseparable cachimba, y el mismo catequista que aparece en mi foto, visitando a un anciano massá en su saré.

martes, 8 de julio de 2008

Iglesia y capillas


A principios de enero de 1976 estaba de nuevo en la parroquia de Saint Paul de Yagoua. Pasados cuatro meses de mi llegada al Camerún, ya podía celebrar la Eucaristía en lengua Massá. La diócesis de Yagoua fue creada tres años antes, concretamente el 29 de enero de 1973. La ciudad de Yagoua podría tener unos treinta mil habitantes y existían dos parroquias, Santa Ana, la primera misión de Yagoua, que se convirtió en catedral; y San Pablo que se creó en esa época. La iglesia era de reciente construcción, y junto a ella estaban las casas de las misioneras Hijas del Espíritu Santo, y los edificios que constituían el obispado. A la parroquia de San Pablo le correspondía la mayor parte de la ciudad, a la que asistían los funcionarios que habían venido de otras regiones de Camerún; pero también varias aldeas cercanas a la ciudad.
En ninguna de las aldeas existían iglesias. Lo normal era hacer la catequesis, reuniones y celebraciones litúrgicas a la sombra de un gran árbol. En otras aldeas, los cristianos y catecúmenos habían construido un cobertizo para defenderse del tórrido sol africano, que utilzábamos como capilla, fabricado con los materiales propios de la sabana africana, es decir las altas yerbas trenzadas, que llamaban seko, y servía de pared, sostenido por troncos de árboles; y un techo de paja, que cuando llegaban las lluvias no servía de nada.
A la salida de Yagoua en la carretera hacia Bongor, los cristianos de esa aldea habían decidido construir una capilla mejor; las mujeres traían el agua con cubos, sacada del pozo, y los hombres mezclaban el barro con la paja seca, lo amasaban con los pies, lo pasaban por un molde de madera y lo dejaban secar al sol; así hacían miles de ladrillos de adobe, para tener su propia capilla.
Cuando la gente habla de las riquezas de las iglesias, me acuerdo yo de estas comunidades cristianas de las misiones, de su pobreza y sencillez, de sus esfuerzos y trabajos, y de las bellas celebraciones litúrgicas, vivas, alegres y llenas de fe.

lunes, 30 de junio de 2008

Navidad Massá



Por fin llegó la Navidad. Como decía en mi anterior blog, nada de mi alrededor me hacía ver que estábamos en Navidad. El clima era caliente, cerca de los 40º. No había la agobiante publicidad que nos lleva a consumir; ni regalos que hay que comprar; ni adornos navideños por las calles; ni el tío gordo vestido de rojo, ni músicas especiales, ni siquiera villancicos... Todo era diferente. Estaba en unas tierras africanas donde la mayoría de la población era pagana, y donde se notaba la influencia cada vez más del islam. Los cristianos eran una minoría en una iglesia de reciente creación y sin las tradiciones de otras iglesias centenarias. Sólo había cambiado esos días la liturgia propia del adviento dentro de la iglesia. Pero el día de Navidad, la iglesia de Saint Paul estaba a rebosar de cristianos y catecúmenos, e incluso de otros que no siendo cristianos sin embargo se unían ese día a sus amigos cristianos porque estaban de fiesta por el nacimiento del Niño Dios. Después de la solemne Misa a media mañana, todos nos reunimos junto a la iglesia, bajo los árboles para hacer una comida en común, distribuidos por pequeños grupos; por un lado los niños, por otro las mujeres, por otro los hombres. Todos comimos juntos la bola de mijo, mojada en salsa de pollo, pues ese día era un día de fiesta. Y luego la música, y la danza, la fiesta a lo largo de toda la tarde. Fue un ejemplo de comunión, de compartir todos juntos el alimento y la bebida, la danza y la fiesta. Era Navidad. Jesús nacía para hacernos a todos hermanos.
A final de año fuí de nuevo a la misión de Djougoumta, y allí en el suelo de cemento de la iglesia me encontré con ese precioso Belén que habían hecho los niños de la misión, simplemente con barro secado al sol, y unas pajas para hacer los chozos como ellos vivían. ¡Que cerca estaban ellos del verdadero nacimiento de Jesús! Jesús también nació para salvar a los Massás.

viernes, 20 de junio de 2008

Estudiando Massá


En la misión de Magao en Chad pasé unas semanas muy interesantes, que me abrieron los ojos a la realidad del mundo rural africano, a sus carencias y necesidades, a su cultura y tradiciones, a estar cerca de la gente y a comprender su modo de vida.
Volví de nuevo a Yagoua en el Camerún, a mi primera residencia que era el obispado, pues la parroquia de Saint Paul todavía no tenía casa parroquial, y allí me dediqué con mucho ahínco a estudiar lo básico de la lengua Massá, ahora con la inestimable ayuda de la nueva gramática hecha por José Luís Ferrer.
Para un misionero es muy importante el aprendizaje de la lengua del pueblo al que va a evangelizar, y por eso aquellos primeros meses en África fueron de bastante estudio de la lengua massá, de aprender nuevas palabras, y adquirir un vocabulario mínimo para poderte comunicar; sin embargo pronto comprendí que una lengua sólo se aprende con el contacto directo con la gente.
Cuando uno marcha por primera vez a la misión, y más siendo un joven de 24 años, uno lleva grandes ideales y piensa en comerse el mundo. Luego la realidad te hace abrir los ojos y ver las dificultades de cada día.
Recuerdo que los primeros meses de mi llegada a África fueron duros, y yo me preguntaba, ¿cómo voy a hablarles a esta gente de Jesucristo, cómo voy a anunciarles el Evangelio si ni siquiera sé darles los buenos días?
Pero también sentía la alegría cuando aprendí las primeras frases de saludo y veía que la gente estaban contentas porque les saludaba en su propio idioma.
La Navidad se nos echaba encima, y no había nada, nada, nada, de lo que estamos acostumbrados en Europa para decirnos que la Navidad estaba ahí. Pero esa Navidad diferente, mucho más auténtica que la nuestra, y mucho más cristiana la dejo para otro blog.

domingo, 8 de junio de 2008

En la misión de Magao

En la misión de Magao, diócesis de Pala, en Chad, pasé unas tres semanas, junto a José Luís Ferrer, joven jesuita español, que trabajaba sobre la lengua Massá, y un padre oblato de María Inmaculada, responsable de aquella misión. Me impresionó la sencillez de la misión; sus casas eran como las de los Massás, de ladrillos de adobe y techos de paja. Sólo variaba el mobiliario. Teníamos unos camastros, con colchón para dormir, unas rudimentarias sillas y mesa, y poco más. Es lo que se llamaba la misión de la "brousse". No existía la electricidad, ni el agua corriente. De un pozo había que sacar el agua a cubos para nuestro aseo, y para beber. Teníamos que filtrarla con unos filtros de barro para evitar enfermedades. Pero a pesar de ello, o porque bebí y comí con la gente en las aldeas que visitábamos, justo a los tres meses de mi llegada a África, a principios de diciembre cogí una amebiasis. Sería mi primera enfermedad en tierras africanas. Y qué mal lo pasé. Fuertes dolores intestinales, vómitos y diarreas continuas, sin médico, ni una simple farmacia. Al empeorar mi situación me tuvieron que llevar en el "dos caballos" de la misión hasta la ciudad de Bongor, donde tras verme el médico y recetarme los medicamentos adecuados pude ir recuperando la salud, y regresar de nuevo a Magao.
En el Chad yo era, lo que decimos hoy, un "sin papeles", pues había pasado simplemente de un país al otro en una piragua, la frontera era el río Logón. Pero tampoco tuve ningún problema, pues no se acercó a mí ningún policía para pedirme documentación.

Con José Luís me fui acercando un poco a la lengua Massá; me enseñó a saludar: "Bananna an gang debé". Y a distinguir entre el saludo a un hombre o a una mujer, pues hay dos tu diferentes según que el interlocutor sea hombre o mujer, como nosotros distinguimos entre él y ella. Por la noche, cuando se habían acabado los trabajos de la jornada, José Luís con su magnetófono se acercaba al grupo de aldeanos que reunidos bajo la luz de la luna contaban cuentos, refranes e historias de sus antepasados. Qué verdad es que en África los ancianos son verdaderas bibliotecas vivientes. Creo que José Luís llegó a editar un libro de cuentos Massás. Luego durante el día escuchaba una y otra vez lo que había recogido en cinta magnetofónica, y escribía el cuento, o la historia que hubiera grabado. Analizaba las frases, las nuevas palabras que recogía, e iba haciendo el diccionario y la gramática de lengua Massá.

Fue allí en Magao, donde una señora me puso un nombre massá Yammalla. Luego me dijeron que era un nombre importante. Nuca conocí a nadie con ese nombre; aunque sí otros parecidos, pues yam significa cabeza, y es un nombre para los jefes, y gente importante.
Estas semanas en la misión de Magao en Chad, me ayudo mucho para mi futura vida misionera, en medio de la "brousse".

domingo, 1 de junio de 2008

Viaje en piragua


Como he dicho en otro blog anterior, los primeros meses en Camerún fueron de adaptación al país y a la nueva cultura en la que tenía que vivir. Además de estudiar y ponerme al día en el francés como lengua oficial, tenía que aprender el Massá, lengua de la región de Yagoua. Los Massás habitaban a ambos lados del río Logone. Con la colonización de África por las potencias europeas; se crearon países y naciones artificiales; a pueblos enemigos les hicieron vivir bajo la misma bandera, otros muchos pueblos, etnias y tribus quedaron divididos en países diferentes; eso aconteció con los Massás, divididos por el río Logone, que los colonizadores pusieron como frontera, cuando ese pueblo vivía a ambas orillas del río. Al otro lado del Logone en el Chad, en la diócesis de Pala, en la que también estaban los Oblatos de María Inmaculada, se encontraba por aquellas fechas un jesuita español, el P. José Luis Ferrer, de Gandía, que estaba haciendo la gramática Massá, y recogiendo los cuentos, historias y tradiciones del pueblo Massá; pues él trabajaba con ellos en un barrio de Djamena, la capital del Chad. Él estaba entonces en la misión de Magao con un oblato francés, y me invitó a pasar con él unas semanas para introducirme en el aprendizaje de la lengua Massá, además de regarlarme la gramática que había acabado de hacer. Desde Yagoua viajé hasta la misión de Guemé, donde estaba el P. Badet, espiritano suizo, y la comunidad de hermanas canadienses. El P. Badet buscó a un hombre que tenía una piragua para que me trasladara a la otra orilla, donde me esperaban los misioneros de Magao. Yo nunca había subido a una piragua, un tronco de árbol ahuecado, tan inestable al menor movimiento; y más atravesar un río como el Logone con su inmenso caudal, uno de los grandes ríos de África, y sabiendo que en la zona había bastantes hipopótamos. Yo iba inmóvil para no desestabilizar lo más mínimo a la piragua; pero la tarde caía y desde el medio del río el paisaje era tan maravilloso que me atreví a hacer esta fotografía. Recuerdo perfectamente la fecha, el 19 de noviembre de 1975. A la mañana siguiente al salir el sol, escuchaba las noticias desde el transitor de pilas: "Franco ha muerto".

lunes, 26 de mayo de 2008

Estilitas


Cuando estudiaba teología en el seminario mayor de Cáceres, me acuerdo que el profesor de patrología nos habló de los estilitas, unos anacoretas del siglo V, que se retiraron al desierto para llevar una vida de oración y ayuno. Como a pesar de todo ese aislamiento todavía había gentes que les seguían, inventaron el subirse a una columna, y permanecer allí de pie, en ayuno y oración y aislados del mundo. En ellos pensé cuando me acerqué por primera vez en Yagoua a la oración de los musulmanes, en la fiesta del fin del Ramadán. Pero estos estilitas eran diferentes de los antiguos anacoretas cristianos del norte de África. No se trataba de hacer oración, ni ayuno; y menos de pasar allí todo el día aislados cada uno en su columna; sino simplemente de que era un lugar privilegiado para ver la fiesta de los musulmanes y la oración en la explanada de la futura mezquita. Esas eran las columnas de la nueva mezquita que se iba a construir en Yagoua, en tierras de los Massás, con financiación exterior, y llevando a cabo la política de islamización del norte del Camerún.

lunes, 19 de mayo de 2008

Musulmanes en oración

Después de pasar unos días en la misión de Djougounta regresé de nuevo a Yagoua, donde monseñor Luís Charpenet me nombró coadjutor del P. Ignace para la parroquia de Saint Paul. Entonces sólo existían dos parroquias en la ciudad de Yagoua de unos 30.000 habitantes, la misión de santa Ana que era la catedral, y la misión de Saint Paul, que tenía un iglesia recién construida, pero que todavía no se había hecho la casa parroquial, por lo que tanto el P. Ignace como yo vivíamos en el obispado. Mi francés era bastante deficiente, así que las primeras semanas me dediqué sobre todo al estudio de la lengua. Tuve la inestimable ayuda de Martine, la misionera seglar que trabajaba para la diócesis, que me ayudó para la pronunciación correcta del francés. También comencé con el estudio de la lengua Massá, pues estábamos en la región de los Massás, aunque también con la presencia de los peuls o foulbés, estos últimos de religión musulmana estaban expandidos por todo el norte del Camerún y dominaban el comercio y la administración, con la gran ayuda del presidente Ahmadou Ahidjo que era musulmán. Arabia Saudita tenía una política de islamización para el continente africano, y con el dinero conseguido por la venta del petróleo compraba fácilmente a los nuevos gobiernos nacidos tras la descolonización de los países europeos. Por todas las grandes ciudades africanas surgían magníficas y bellas mezquitas, regaladas por los países islámicos, con el dinero fácil de los petrodólares, mientras los países europeos se apretaban el cinturón por la subida de los precios del petróleo. Los Massás en su inmensa mayoría eran paganos, o seguían las religiones tradicionales, había una minoría cristiana, tanto de católicos como protestantes; pero la influencia musulmana se dejaba notar, sobre todo por la presión desde la administración, el gobierno y la clase dominante. En la fotografía vemos un momento de la oración musulmana con motivo de la fiesta del fin del Ramadán, que en 1975 fue a principios de octubre.

lunes, 12 de mayo de 2008

Juego de niños


En la misión de Djougounta fui entrando en contacto con la vida africana. En realidad allí pasé sólo unos días para ambientarme al clima, comidas, costumbres, en definitiva a una cultura completamente diferente a la mía. Y, ¡que mejor contacto con otra cultura que hacerlo a través de los niños! Ya un año antes, cuando estaba en el noviciado en nuestra casa de Aranda de Duero, un espiritano francés que vino a darnos unos cursos de misionología, nos lo advirtió; la forma más fácil de entrar en contacto con una nueva cultura, de conocer las costumbres de un pueblo, de enterarte de las noticias de la aldea, o de hablar un nuevo idioma es con los niños, pues para ellos eso es como un juego, no se cansan de repetir una palabra o una frase que tú no comprendes, de reirse cuando metes la pata, de corregirte si haces algo mal, etc.. cosa que por educación no harán los adultos. Efectivamente, a través de los niños escolarizados, que hablaban francés, fui comenzando a aprender las primeras frases de saludo y presentación en lengua Massá. En la foto vemos a unos niños Guiseys, junto al lago de Fianga, jugando con una caracola.

lunes, 5 de mayo de 2008

La escuela de Djougounta



En la misión de Djougounta además del P. Fernando Corazón, espiritano español y de la misionera seglar Teresa Acarregui, había una comunidad de misioneras espiritanas francesas. La hermana Marie era la directora de la escuela, la que formaba a los profesores y la que procuraba que no faltasen los medios indispensables para su funcionamiento, pues la ayuda que recibía del gobierno camerunés era mínima y los salarios para los profesores llegaban con muchos meses de retraso. Ella tenía que visitar las aldeas de la región y convencer a los padres para que los niños y también las niñas asistiesen a la escuela y comenzasen la alfabetización. Para los niños suponía el primer contacto con la lengua francesa, la escritura, la socialización, y también el tener que caminar algunos kilómetros para ir y venir a la escuela. En mi primer contacto con esta realidad africana me impresionó la falta de medios materiales. Las tres aulas que tenía la misión de Djougounta, (este nombre Guisey quiere decir murciélago, y efectivamente en esa zona había miles de murciélagos que parecían casi vampiros por su tamaño), estaban abarrotadas de niños, con poca luz natural que penetraba por unas ventanas que estaban tras el cobertizo que las defendía del sol y de las lluvias; los niños se sentaban en unos rudimentarios bancos hechos en la misión, y solo tenían unos lapiceros y cuadernos como único material de trabajo. Dar la clase de lengua al aire libre, bajo la sombra de una de las acacias y a veces escribiendo en la misma arena era más práctico y estimulante. Las chozas que vemos al fondo de la fotografía eran las casas de las hermanas. La hermana Marie ya falleció. ¿Qué habrá sido de esos niños Guiseys, 33 años después?

lunes, 28 de abril de 2008

Teresa Acarregui, misionera seglar

Los primeros días de mi llegada a Yagoua, en el norte del Camerún, los pasé en el obispado. Allí residían el obispo, monseñor Luís Charpenet, el P. Colin que era el secretario, el P. Ignace párroco de Saint Paul, y Martina, misionera seglar al servicio de la diócesis. Tanto el obispo como la mayoría de los sacerdotes de la diócesis eran franceses, Oblatos de María Inmaculada.
Había un espiritano suizo, el P. Jean-Pierre Badet en Guemé, un espiritano belga, el hermano Theo Dilissen en Golompoui, y el P. Fernando Corazón español en Djougounta.
A la semana siguiente de mi llegada se presentaron en Yagoua el P. Fernando y Teresa y me llevaron a su misión para que conociera como era el trabajo misionero entre los Guiseys.
Teresa Acarregui, misionera seglar, comprometida con los espiritanos trabajaba en la misión como enfermera. En Djougounta estaba también una comunidad de espiritanas que se dedicaban a la enseñanza, animación rural y trabajos de pastoral.
Teresa había conseguido montar un pequeño dispensario, en un local de adobe y tierra batida, con los medios indispensables, y allí todas las mañanas las gentes del lugar y de varios kilómetros a la redonda hacían cola para ser atendidos en sus diversos males; sobre todo niños desnutridos, madres gestantes, enfermos de malaria o de paludismo que buscaban medicinas, heridos por peleas, o atacados por algún animal salvaje; sobre todo mordidos por serpientes, algunas de ellas mortales.
¡Cuántas vidas pudo salvar Teresa en aquel rudimentario dispensario! Hoy ya hombres y mujeres que trabajan y engrandecen el país y que tal vez ni siquiera saben que deben la vida a la generosidad y entrega de esta misionera vasca que dedicó años de su juventud a la misión.
En la foto vemos a Teresa Acarregui curando las heridas de un niño que se había quemado al caer en el fuego.

sábado, 19 de abril de 2008

Memorias de África




Esta fue mi primera fotografía en África, era el día 2 de septiembre de 1975. Había llegado en avión desde París a Yamena, la capital del Chad, y desde allí a Maroua en el norte del Camerún. Tenía que ir a Yagoua, a donde estaba destinado como misionero. El único medio era tomar el mini-bus que abarrotado de gentes del lugar y de mercancías unía Maroua con Yagoua. Un viaje a la aventura, sin conocer nada ni a nadie, en plena estación de lluvias. Subí al mini-bus con mis maletas, aunque el Señor dijo de no llevar alforjas, ni bastón, ni pan, ni dinero (Lc. 9,3), y a las dos horas de viaje, achicharrado de calor por ir como sardinas en lata, tuvimos que parar ante el río desbordado por las aguas de las lluvias de la noche anterior. Tenía que bajar el nivel del agua para poder pasar a la otra orilla y continuar nuestro camino hacia Yagoua. Saqué entonces mi máquina de fotos, con cierto reparo y casi miedo y ahí quedó grabada mi primera imagen fotográfica de África. Es en el momento que una persona a pie cruza el vado del río, concretamente el Mayo Bula, para detectar la fuerza del agua y su altura y poder pasar luego los vehículos que esperaban a ambas márgenes del río. No conocía nada de África y de los problemas que podían surgir en el viaje, de unos 150 Kms. que era la distancia entre Maroua y Yagoua, por la ruta de tierra de Mindif, pues la otra ruta más directa de unos 110 Kms. estaba cortada e intransitable por causa de las lluvias. Tuvimos que hacer más paradas por la misma causa. Los nativos estaban acostumbrados a esos viajes, a esas interminables esperas, que aprovechaban los musulmanes para sacar sus esteras y ponerse allí mismo a rezar mirando hacia la Meca. A mediodía llegamos a Lará, 5 horas de viaje para hacer tan solo 50 Kms. No aguantaba de sed, así que en esa nueva parada, pregunté donde se encontraba la misión católica, y muy amablemente me condujeron hasta allí. Un padre oblato francés me recibió como se hace siempre en las misiones y me atendió como a un auténtico peregrino, me dió de beber y me invitó a su mesa, y después me acompañó de nuevo hasta la parada del minibús. Yo había abandonado las maletas y bolsos de viaje que llevaba pero todo estaba en su sitio y nadie había tocado nada. Más tarde proseguimos el viaje; tuvimos más de un atasco en el barro, por lo que teníamos que descender y empujar todos juntos para poder salir del atolladero. Finalmente a la caida del sol llegamos a Yagoua, me condujeron al obispado y allí pude encontrarme con el obispo, Monseñor Luís Charpenet y otros misioneros que serían mis nuevos compañeros en la misión.

martes, 12 de febrero de 2008

Convivencia


La fotografía tomada en el último capítulo provincial nos hace ver la diversidad de los miembros actuales de la Congregación: laicos y religiosos, jóvenes y mayores, de varias naciones y lenguas, viviendo la unidad en la diversidad, bajo el lema de los espiritanos "cor unum et anima una", "un solo corazón y una sola alma"

jueves, 7 de febrero de 2008

espiritanos




Los espiritanos somos una congregación misionera de la Iglesia Católica, y estamos dedicados a la evangelización en los pueblos más abandonados; nuestro nombre oficial es Congregación del Espíritu Santo y del Inmaculado Corazón de María, cuyas siglas en latín son C.S.Sp. La fundación data del año 1703 en Francia, por un joven abogado francés, Claudio Poullart des Places, que años después sería ordenado sacerdote y que falleció a los 30 años. Actualmente somos más de 3000 miembros y estamos presente en más de 60 países de los cinco continentes. Puedes visitarnos en www.espiritanos.es, y allí encontrarás enlaces a otros países e idiomas.