martes, 26 de agosto de 2008

Misa en Massá

Todos los domingos y días festivos se celebraban dos Eucaristías en la parroquia de Saint Paul, una en francés para los sudistas, es decir para los cristianos provenientes de otras regiones del Camerún, principalmente funcionarios de la Administración, o empleados de algunas empresas instaladas en Yagoua, como la Sodecoton, a la que incluso también asistían algunos franceses, aunque muy pocos, los llamados cooperantes, directivos de dichas empresas. La otra Eucaristía mucho más participada y popular se celebraba en lengua massá, para los Massás, aunque también asistían los Mouseys, Guiseys, y Winas. Impresionaban los cantos de todos los asistentes marcados por el ritmo del tam-tam y las danzas y balanceos de hombres y mujeres. ¡Qué bellas y alegres eucaristías! La proclamación de la Palabra de Dios era una auténtica proclamación, pues no se hacía una lectura de la palabra, sino que era proclamada por alguna persona que antes había memorizado el texto del evangelio en lengua massá. En una cultura de tradición oral, donde las historias y acontecimientos pasan de padres a hijos y nietos, donde no existen libros, sino que todo se transmite oralmente, que bello era transmitir el evangelio de viva voz. Además los primeros cristianos también vivieron esa experiencia, pues antes de ser escrito los evangelios, fueron transmitidos oralmente por los apóstoles.

martes, 19 de agosto de 2008

Misionero, albañil y carpintero



Como he comentado en otros blogs anteriores, la nueva parroquia de Saint Paul de Yagoua, que estaba dentro del terreno del obispado, tenía ya construida la iglesia, que vemos al fondo de la foto, y las casas de las hermanas misioneras Hijas del Espíritu Santo, pero no existía la casa parroquial, por lo que tanto el P. Ignace, el párroco, como yo, su vicario, vivíamos en el obispado. Es sabido que muchas veces los misioneros además de dedicarse a la evangelización, el anuncio del Evangelio, celebración de los sacramentos, catequesis, formación cristiana, etc. tienen que dedicarse a otras tareas materiales, como construcciones de iglesias, capillas, casas parroquiales, dispensarios, hospitales, escuelas, colegios, pozos y otras infraestructuras necesarias, y hay que hacer de ingeniero, perito, director de obras, e incluso de albañil; otras veces de mecánico, carpintero, herrero, y otros muchos oficios necesarios para poder montar la misión.


Para mí fue una gran ayuda el año de mi noviciado en Aranda de Duero, pues la casa estaba a medio construir y los mismos novicios dedicábamos todos los días unas horas al trabajo manual tanto en la albañilería como en la carpintería, eso me sirvió luego para tener una cierta idea de la construcción y ayudar a construir la casa parroquial de la parroquia de Saint Paul, como luego las casas, y pozo de la misión de Gobó, a la que sería destinado como párroco, un mes después. Y años más tarde en la misión de Jutaí en Amazonas, Brasil.

miércoles, 6 de agosto de 2008

La santa Unción

En los primeros meses de mi vida misionera acompañaba al P. Ignace, que era el párroco de Saint Paul, sobre todo en las visitas a las aldeas que todavía no conocía. Al llegar a la aldea que visitábamos la gente se reunía a nuestro alrededor, buscábamos la sombra de alguna acacia, u otro lugar adecuado, pues en casi ninguna de las aldeas existía una simple capilla, preguntábamos por la marcha de la comunidad, la formación de los catecúmenos, la asistencia a la catequesis y celebración dominical, la ayuda a los pobres y enfermos, los trabajos comunitarios, la educación de los niños y jóvenes, el trabajo de los catequistas y demás responsables de la comunidad, y después de nuestras orientaciones y palabras de ánimo para todos, celebrábamos la Eucaristía. También visitábamos a los enfermos para darles unas palabras de ánimo, algún calmante contra el dolor, comprimidos contra la malaria, y a veces teníamos que llevarlos en nuestro propio vehículo al hospital de la ciudad, a Yagoua.
Esa tarde de febrero nos acercamos a casa de Gabriel, un anciano enfermo en su lecho de dolor, una simple esterilla en el suelo, rodeado del cariño de sus familiares y vecinos, y allí en una hermosa celebración litúrgica, recibía el sacramento de la santa Unción, y el viático que lo preparaba para su último viaje hacia la eternidad.