sábado, 18 de mayo de 2013

Caballo de madera

Durante mi estancia en la aldea de Dom Tchangdoung a menudo tenía la compañía de los hijos de mis vecinos, que eran mis mejores maestros para que yo aprendiera la lengua musey, pues venían a saludarme y pasaban un rato contándome lo que hacían: sus pequeños y grandes trabajos de ayuda a la familia, del cuidado de los hermanos pequeños, del pastoreo del ganado, de cuentos e historias que aprendían de sus mayores y de sus juegos. Era la escuela de la vida, pues en Dom Tchangdoung como en muchas otras aldeas de la región no había escuelas para aprender a leer y escribir. Aquí vinieron a enseñarme el caballo de madera que habían hecho para sus juegos. Pero también ví otros juguetes hechos por ellos mismos con mucha imaginación: coches, camiones e incluso un avión, unas veces fabricados en madera y otras con cañas de mijo, maíz o unos simples alambres. El caballo de madera me recordó al célebre caballo de Troya que todos conocemos por Homero en la Odisea, o posteriormente por Virgilio en la Eneida y que yo recordaba por la traducción de las clases de latín en el seminario con don Florentino. Pero para aquellos niños museys sin escuelas que no conocían la guerra de Troya, aquel caballo era el caballo musey veloz y fuerte que un día soñaban en cabalgar para cazar los antílopes. 

lunes, 6 de mayo de 2013

Trabajo de niñas

Además de algunos trabajos comunes con los niños como cuidar de los animales de corral, ayudar en las tareas agrícolas a sus padres, ir a recoger la leña para el hogar, o a buscar agua al pozo de la aldea, las niñas se ocupan principalmente de las tareas del hogar: barrer el terreno alrededor de las casas que es de tierra, subir al granero para sacar los granos de mijo para la alimentación del día, triturar los granos en el mortero, molerlos en la piedra, ayudar a su madre en la cocina, y sobre todo cuidar de los hermanos más pequeños, llevándolos en la espalda, atendiéndolos en todo lo que necesiten, o jugando con ellos. Las niñas en las aldeas del norte del Camerún no tenían muñecas para jugar a ser madres, pero imitaban a sus madres cuidando de sus propios hermanos pequeños.