domingo, 9 de marzo de 2014

Huellas de elefantes

Acabada la estación de lluvias dejé la aldea de Dom Changdung y regresé a la misión de Gobó para continuar con los trabajos ordinarios de la misión: formación de catequistas, reuniones con los diferentes grupos de la parroquia, visita de enfermos, catequesis, preparación para los sacramentos, visitas a las diferentes aldeas de la misión, etc.. Una tarde al llegar a una aldea me dijeron la gente del lugar que habían tenido la visita de los elefantes y que le habían hecho mucho daño, pues habían entrado en los campos de cultivo de mijo, cuando ya el grano estaba maduro para la recolección y se habían comido buena parte de la cosecha. Los pobres aldeanos no tienen con que defenderse contra los elefantes, ni rifles, ni otros medios para poder luchar contra ellos. Simplemente se limitan a gritar y hacer toda clase de ruidos con cacerolas y palos para poder espantarlos y que salgan de sus campos y se vayan lejos de sus casas y graneros; y siempre con el peligro de ser atacado por ellos y de morir aplastados o pisoteados por los elefantes. Yo no los pude ver, pero en el suelo fangoso quedaron sus pisadas, las huellas de su paso devastador por los campos de cultivo de la aldea Guiriou.