lunes, 25 de enero de 2010

Agua del pozo

En el norte del Camerún sólo hay dos estaciones a lo largo del año: la estación seca, de octubre a mayo, y la estación de lluvias, de junio a septiembre. Durante el largo período de la estación seca, unos ocho meses que no cae una gota de agua del cielo, desaparecen los arroyos, se secan las charcas, baja el nivel de agua de los pozos, y hay dificultad para saciar la sed del ganado: vacas, ovejas y cabras, e incluso para las personas. Pero con la estación de lluvias, cambia completamente el paisaje, lo que parecía desierto y era solo arena, se transforma en verdes prados de yerbas abundantes, corre el agua por los arroyos, se encharcan las carreteras y caminos, haciendo difícil la circulación de los automóviles, por causa del barro y de los charcos de agua, crece la yerba en la sabana africana, se siembra los campos de sorgo y mijo, de los que pronto brotan los tallos y después saldrán las espigas. Lo que unos meses antes era tristeza, naturaleza muerta, ahora se convierte en esperanza, vida y abundancia. En la misión de Mokong pude tomar esta fotografía de una mujer sacando agua del pozo, sin necesidad de un cubo y una larga cuerda, sino simplemente con una calabaza entrando ella en el pozo, pues el agua estaba casi a nivel del suelo.

lunes, 4 de enero de 2010

En la misión de Mokong


Finalizado el "mes de la fe" en Yaoundé, regresé al Norte del Camerún, con el P. Jean Pierre Badet, espiritano suizo que trabajaba en la misión de Guemé, en nuestra diócesis de Yagoua. Fue un largo viaje, primero en tren hasta Ngaounderé y luego en minibus hasta Maroua. Desde allí nos acercamos a visitar la misión de Mokong, a medio camino entre Maroua y Mokolo, en la que trabajaban otros espiritanos franceses: los PP. Gérard Sireau y Etienne Osty, y el estudiante Bruno Latour, que unos años después también recibiría la ordenación sacerdotal como misionero espiritano. El único edificio importante y original de la misión era la iglesia, que aunque construida en cemento y tejado de zinc, imitaba las chozas africanas. Las pequeñas casas de los misioneros, imitando las de los Mofús, también tenían algo de original, y es que adosada a la casita, habitación de dormir, había otra todavía más pequeña, que era el cuarto de baño. Idea práctica que yo tomé y luego realicé en mi misión de Gobó, cuando tuve que hacer las nuevas casas para vivir, pues las viejas chozas ya no resistían más.