lunes, 22 de febrero de 2010

El majadero


Después de unos días en la misión de Mokong, en la montaña, regresé a Gobó en la planicie del Logone, justamente se cumplía el primer año de mi llegada al norte del Camerún, y estábamos en plena estación de lluvias, por lo que el viaje tuvo sus dificultades a causa del barro y de las carreteras inundadas de agua. ¡Qué cambio tan extraordinario había dado el paisaje! La sabana seca y árida de tierra arenosa y yerbas marchitas por el sol, se había transformado en un vergel verde de altas yerbas y campos cultivados, donde había crecido los tallos del sorgo, del mijo y del maíz, por encima incluso de nuestras cabezas, por lo que no se podía ver el horizonte, sino simplemente los pequeños senderos por donde los agricultores iban a trabajar sus tierras. Allí al borde del camino, junto a su hogar, esta mujer musey, símbolo de la mujer africana, estaba lanzando al aire el majadero, o maza de madera, para machacar los calabacines en el mortero o pilón, como así mismo el mijo y el maíz, para una vez majado y triturado hacer la harina y preparar la comida para su familia.

martes, 9 de febrero de 2010

Cultivo en la montaña


Cuando visité Mokong me llamó mucho la atención el cultivo del mijo en la zona de montaña, pues en la región de Yagoua que era una zona de planicie, junto al río Logone, no había esa dificultad. En la zona de montaña del norte de Camerún, también se cultivaba el mijo, el sorgo y otros cereales, que era la base para la alimentación, y tanto los Mofús de Mokong, como los de las otras tribus aprovechaban las tierras próximas a sus aldeas para el cultivo, a pesar de las rocas, peñascos y piedras propias de una zona montañosa. Los Mofús esperaban el comienzo de la estación de lluvias, para que una vez que caían las primeras aguas y se humedecía un poco la tierra, poder preparar el terreno con su pequeña azada y sembrar los granos de mijo. A finales de agosto cuando tomé la fotografía los tallos habían crecido y ya se veían las espigas llenas de grano, pero todavía faltaban unas semanas para terminar de madurar, y llegar el tiempo de la cosecha, el tiempo de alegría y de las fiestas.