Después de unos días en la misión de Mokong, en la montaña, regresé a Gobó en la planicie del Logone, justamente se cumplía el primer año de mi llegada al norte del Camerún, y estábamos en plena estación de lluvias, por lo que el viaje tuvo sus dificultades a causa del barro y de las carreteras inundadas de agua. ¡Qué cambio tan extraordinario había dado el paisaje! La sabana seca y árida de tierra arenosa y yerbas marchitas por el sol, se había transformado en un vergel verde de altas yerbas y campos cultivados, donde había crecido los tallos del sorgo, del mijo y del maíz, por encima incluso de nuestras cabezas, por lo que no se podía ver el horizonte, sino simplemente los pequeños senderos por donde los agricultores iban a trabajar sus tierras. Allí al borde del camino, junto a su hogar, esta mujer musey, símbolo de la mujer africana, estaba lanzando al aire el majadero, o maza de madera, para machacar los calabacines en el mortero o pilón, como así mismo el mijo y el maíz, para una vez majado y triturado hacer la harina y preparar la comida para su familia.
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