martes, 26 de junio de 2012

Medicamentos

Viendo la fotografía de la farmacia de la misión de Gobó en el norte de Camerún, en estos días que se habla tanto de los medicamentos y del co-pago debido a la crisis económica que venimos padeciendo desde hace unos años y que de momento no parece remitir, me hago algunas reflexiones. Parece ser que nos habíamos acostumbrado a que todo era gratis, porque papá estado lo pagaba por nosotros, y ahora nos damos cuenta que no todo se puede pagar y que tenemos que colaborar en los gastos, empezando por esas doscientas mil personas que estaban trabajando y llevándose los medicamentos como si fueran pensionistas. Todos sabemos que en cada familia hay una farmacia, medicamentos que no se consumen y que hay que tirar porque llega la fecha de caducidad. Es fácil acudir al médico y que te recete por cualquier cosa, acercarse a la farmacia, llevarse una caja de pastillas, tomar unas cuantas y dejar más de la mitad sin utilizar.
Allí en la misión de Gobó las hermanas compraban los medicamentos en los laboratorios de Duala o Yaundé o los recibían de bienhechores del extranjero; pero no se perdía ni una sola pastilla, pues eran dispensados a los pacientes por unidad según el tratamiento que cada uno tenía que seguir. De ahí esa curiosa y original foto de la farmacia de la misión. Ya escribí en diciembre de 2008 otro post sobre este tema que titulé "la farmacia" y que podéis ver en este mismo blog.

lunes, 11 de junio de 2012

Clases para adultos

Cuando tanto se habla de no hacer recortes en los presupuestos para la educación, viendo cómo están equipadas las aulas de nuestras escuelas y colegios, la cantidad de profesores y sus sueldos y los malos resultados de los estudiantes y el elevado número de fracaso escolar, consuela ver esta imagen de una clase de alfabetización para adultos en el norte de Camerún, donde el profesor era un joven estudiante voluntario para que las personas de su aldea aprendieran a leer y escribir en francés, los alumnos variados: chicas jóvenes, madres de familia y hombres adultos que no habían ido nunca a la escuela. El mobiliario está a la vista, tienen que escribir en el cuaderno sobre las propias rodillas y la escuela al aire libre bajo la sombra de un árbol, y eso por la tarde después de una mañana en el campo o en duros trabajos bajo el sol. No se quejaban de los recortes en educación pues ellos mismos se costeaban los cuadernos y bolígrafos y acudían con gran interés a las clases de francés para aprender y tener un porvenir mejor.