miércoles, 31 de agosto de 2011

Sorgo rojo

En gran parte de África se cultiva el mijo, el sorgo y el fonio, que son cereales parecido al maíz y que es la base de la alimentación para la mayor parte de la población, sobre todo del medio rural y de las personas más pobres, que no pueden adquirir harina de trigo u otro tipo de alimentación.


Son cereales ricos en energía, con bastante nutrientes sobre todo de hierro y magnesio por lo que son buenos para combatir la anemia, y muy recomendados para las mujeres embarazadas.


En el norte del Camerún que se cultivaba tanto en la sabana como en la región de la montaña era el alimento de cada día. Había diferentes tipos de mijos y sorgos, en Musey se decía "wana" al mijo en general; unos eran de granos blancos y pequeños, "galañga" (los de mejor sabor cuando las mujeres preparaban la harina para hacer la bola o masa a especie de un pan y que acompañaba a cualquier comida), otros de granos rojos, "cedeñga", de sabor más fuerte y áspero y más astringente.


Normalmente se sembraba al comienzo de la estación de lluvias, a finales de mayo o principios de junio, para cosecharlo a finales de septiembre antes de comenzar la estación seca. Pero existía también otro tipo de sorgo de la estación seca, "gurumba", que es el de la fotografía, que se sembraba en terrenos de charcas al comienzo de la estación seca y que crecía debido a la humedad del suelo y podía cosecharse en enero-febrero, lo que les permitía a algunos campesinos tener una segunda cosecha, tan necesaria para paliar los meses de carestía y a veces de hambre.

jueves, 25 de agosto de 2011

Acarreando agua

Allí junto al lago de Ardaf, y cerca de la misión católica de Djougoumta, tanto a las primeras horas de la mañana, como a la caída del sol por la tarde, se acercaban las mujeres con sus cántaros de barro cocido, tinajas, baldes y calabazas en busca de agua.


En la estación seca el lago había bajado varios metros su nivel, debido a la evaporación por el fuerte calor solar, como así mismo por el gran consumo por parte de los animales y de las personas de su entorno.


Las mujeres al llegar a la orilla oteaban el horizonte para saber si en ese lugar había hipopótamos cerca o estaban más alejados o en aguas más profundas. Luego entraban en el agua turbia y hundían sus pies en el barro, se daban un baño refrescante para su piel, y sin secarse el cuerpo, llenaban los cántaros de agua, y se lo llevaban en un increíble equilibrio sobre la cabeza hasta la choza donde vivían, a centenares o miles de metro del lago.


Y volvían a repetir el camino y el acarreo del agua hasta tener bien abastecida la vivienda con agua suficiente para beber toda la familia, para la cocina de los alimentos y para el baño del marido y de los hijos.