lunes, 24 de enero de 2011

Niños hospitalizados

En la misión de Gobó en 1976 no teníamos hospital. Solamente teníamos el dispensario atendido por dos religiosas canadienses de la Caridad de Montreal y una enfermera laica francesa, además de los enfermeros y personal auxiliar locales.
Pero como había que atender a los enfermos, no solo de la región de Gobó, sino también a los de Ardaf, a los de Bastepé, y a los que llegaban del Chad, y como el hospital más próximo estaba en Yagoua a 50 kilómetros de Gobó, hicimos tres casitas de cemento y techo de chapa para que los enfermos que tenían que ser hospitalizados y quedar bajo vigilancia y seguimiento médico pudieran ser atendidos.
Ni siquiera teníamos camas para hospitalizarlos, así que una simple esterilla de esparto en el suelo servía de lecho para los enfermos.
En el dispensario había una sala para los partos donde las madres venían a dar a luz a sus hijos. Esa misma cama para los partos servía a veces para hospitalización como vemos en esta fotografía donde hay dos niñas que están con el suero puesto y acompañadas de sus mamás.
Viendo las carencias y necesidades de la población acudimos a organizaciones internacionales pidiendo ayuda para poder construir el hospital y tener lo mínimo indispensable como las camas para poder acoger y tratar a los enfermos hasta su recuperación.
Esa ayuda nos llegaría unos años después, desde Alemania con Misereor, y en 1980 se construyó el hospital en Gobó.

sábado, 15 de enero de 2011

El enfermero

Gabriel era uno de los enfermeros del dispensario de Gobó, que había recibido la formación para desempeñar su trabajo en el mismo dispensario, acompañando a las hermanas canadienses de Montreal, y a Liliane, la misionera seglar francesa que había sido la primera en venir a trabajar a la misión de Gobó.
Tanto Gabriel como los otros enfermeros aunque solo tenían los estudios primarios, conocían bien el francés, por lo que podían servir de traductores entre las misioneras y los enfermos museys y fulbés que no hablaban francés.
Pero no sólo ejercían de traductores, también organizaban las consultas médicas, hacían las curas, ponían las inyecciones, tomaban la tensión, dispensaban los medicamentos, cuidaban del mantenimiento de la farmacia, y de las diferentes salas del dispensario, y ayudaban a las hermanas enfermeras en las pequeñas operaciones y sobre todo en el momento de los partos, que había prácticamente todos los días.
Los enfermeros de Gobó no fueron nunca a la universidad, pero ¡qué mejor formación que la práctica diaria en su trabajo de atender a los enfermos!