lunes, 22 de enero de 2018

Mi último viaje de Maroua a Gobó.

Cualquiera que haya viajado por África tendrá muchas anécdotas que contar de sus viajes. Yo después de seis años viviendo en el medio rural del extremo norte de Camerún como misionero y teniendo que hacer muchos viajes por sus rutas arenosas y carreteras sin asfalto, tuve muchas anécdotas y diferentes experiencias: desde atropellar una oveja que se cruzó en el momento que pasaba, hasta ver adelantarme la rueda derecha de mi coche, pasando por quedar atascado en un barrizal teniendo que abandonar allí el coche durante toda la noche y buscar hospitalidad en una casa donde me acogieron y me dejaron una cama donde pude dormir un poco, hasta pinchar las ruedas tres o cuatro veces en un viaje teniendo que hacer el trabajo de cambiarla, sacar el neumático, arreglar el pinchazo, inflarla con la pequeña bomba con el pie y todo a pleno sol, y llegar al final agotado a la misión con una rueda desinflada, y otras muchas más anécdotas que quedaron en el olvido.
A principios del año 1981, después del viaje que hice a Bertoua, y que he contado en los últimos escritos, regresé desde Maroua la capital del extremo norte de Camerún a mi misión de Gobó. A mitad del recorrido me encontré con un accidente en la carretera. Era un camión de transporte que había volcado el día anterior y permanecía allí a orillas de la carretera completamente destrozado. Esos camiones van siempre llenos de mercancías y de gente. Había habido algún muerto y varios heridos. El resto del camión se encontraba allí, a merced del saqueo de los que por allí pasaban. 
Más adelante antes de llegar a Yagoua tuve que parar para que pasase un cortejo nupcial. Los invitados a la boda y familiares del novio se dirigían a casa de la novia llevando sus regalos: desde la cama nupcial, hasta las marmitas, ollas, loza diversa, enseres y utensilios propios de la mujer, ropas, vestidos... el ajuar para el casamiento, y ocupando toda la carretera, así que parada y foto para el recuerdo.