La fotografía no es buena, pero es un testimonio de las pequeñas cosas que se hacen en una misión. Creo que ya he comentado en otros capítulos anteriores de mis memorias de África, que en la misión de Gobó no teníamos colegios ni escuelas de niños como existen en gran parte de las misiones católicas en África, pero si un dispensario médico y un molino para moler los granos de mijo. Había tres religiosas de la Caridad de Montreal del Canadá, que además de dirigir y atender el dispensario, también colaboraban con la pastoral de la parroquia y hacían animación rural, y trabajos con las mujeres. Formaron algunos grupos de jóvenes y adultos, tanto en Gobó como en otras aldeas, para la alfabetización de los que no habían sido escolarizados de niños. El material mínimo imprescindible para este trabajo era unos tableros, que vemos están pintando de negro, para luego distribuirlo por las aldeas, y allí atados al tronco de un árbol y bajo la guía de un catequista o monitor voluntario dar las clases de alfabetización o primeras letras para un grupo de adultos sedientos de aprender a leer y escribir.
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