Una mañana del mes de marzo de 1977, en plena estación seca, estando yo en casa, escuché un gran griterío de la gente que esperaban a la entrada del dispensario de la misión, y de otras casas vecinas, me asomé para ver lo que pasaba y ví una gran humareda que salía del centro de la aldea de Gobó. Rápidamente salí de casa y cogí mi máquina de fotos que me habían regalado mis hermanos el día de mi ordenación sacerdotal. Pensé que la cosa era muy seria y grave pues se veían las llamas por encima de las casas y sobre todo porque el material de las chozas de palos y yerba seca era por sí mismo fácil pasto de las llamas, y además no poder contar con el agua para apagar el fuego.
Según me acerqué al lugar del suceso pude comprobar que el fuego se había producido en el mercado, un lugar amplio y despejado que facilitó el que no pasara a otras casas vecinas.
Por otra parte la afluencia de personas que rápidamente apartaron los "sekos" que servían como cobertizo para los tenderetes del mercado, y como vallas de separación de otras casas vecinas hizo que el fuego no pasara a otras casas. Al ser de día nadie estaba dentro de las casas, por lo que gracias a Dios nadie sufrió ningún daño, no hubo quemados ni heridos, pero si daños materiales.
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