En la misión de Djougounta, en la que estaba el P. Fernando Corazón, había una escuela primaria dirigida por las hermanas espiritanas francesas, a la que asistían cientos de niños y niñas guiseys de la región y que tenían profesores nativos locales y por consiguiente bien conocedores de su tierra y de sus gentes, de la forma de vida de los guiseys, de la agricultura, ganadería y pesca a la que se dedicaban, de sus tradiciones, costumbres, esperanzas y deseos de un cambio de vida mejor.
Muchos de esos niños tras el paso por la escuela católica de la misión, accederían a la enseñanza secundaria o profesional en Yagoua, e incluso algunos llegarían a realizar los estudios universitarios en Maroua, Garoua, Yaoundé o Douala; pero la mayoría se quedarían en sus aldeas y poblados guiseys del norte de Camerún. Por eso, mirando al futuro de la mayoría de ellos que serían agricultores como sus padres, se realizaba en la escuela de la misión actividades extraescolares para que aprendieran nuevas formas de cultivo, tratamiento y selección de semillas, cultivo de hortalizas, preparación de viveros y pequeñas huertas, riego y protección del sol de las plantas, recolección del algodón y preparación del producto para la venta, etc.. La escuela no solo miraba a la educación intelectual de los alumnos, sino también a mejorar la vida que esos niños iban a vivir de mayores en sus aldeas. A veces la escuela en África solo ha servido para que los jóvenes abandonen sus aldeas y hayan emigrado a los suburbios de las grandes ciudades, donde solo han encontrado paro y miseria.
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