La fotografía nos puede parecer idílica, una oca con sus patitos en el agua, a la orilla de un lago de aguas tranquilas en las que se refleja la naturaleza circundante, árboles, campos de maíz o mejor de mijo, cielo azul intenso poblado de nubes blancas... pero no, no esa la escena bucólica que nos imaginamos; en realidad es una carretera rural en el norte del Camerún en los meses de la estación de lluvias, y lo que nos puede parecer bonito y bucólico desde aquí, allí era un grave problema para las comunicaciones y desplazamientos, lo que nos obligaba a quedarnos aislados en la misión de Gobó, durante semanas y a veces meses. Sólo algunos camiones abarrotados de mercancías y de viajeros se arriesgaban a hacer el viaje para abastecer el mercado y los comercios; y en caso de atasco entre todos los viajeros y a base de esfuerzo poder salir del atolladero. Para nosotros en la misión la otra alternativa para poder salir de nuestro aislamiento y por lo menos ir a comprar el pan para toda la semana y llevar el correo a Yagoua o recoger las cartas que llegaban, era utilizar la motocicleta, ir bordeando los charcos de agua y lagunas, buscar senderos y caminos en medios de los campos de cultivo y muchas veces meternos en medio del barro. Eran horas de viaje para hacer unas decenas de kilómetros a veces con barro hasta las rodillas empujando la motocicleta y llegábamos a casa cansados y sudorosos y con ganas de que llegara la estación seca.
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