
Había un espiritano suizo, el P. Jean-Pierre Badet en Guemé, un espiritano belga, el hermano Theo Dilissen en Golompoui, y el P. Fernando Corazón español en Djougounta.
A la semana siguiente de mi llegada se presentaron en Yagoua el P. Fernando y Teresa y me llevaron a su misión para que conociera como era el trabajo misionero entre los Guiseys.
Teresa Acarregui, misionera seglar, comprometida con los espiritanos trabajaba en la misión como enfermera. En Djougounta estaba también una comunidad de espiritanas que se dedicaban a la enseñanza, animación rural y trabajos de pastoral.
Teresa había conseguido montar un pequeño dispensario, en un local de adobe y tierra batida, con los medios indispensables, y allí todas las mañanas las gentes del lugar y de varios kilómetros a la redonda hacían cola para ser atendidos en sus diversos males; sobre todo niños desnutridos, madres gestantes, enfermos de malaria o de paludismo que buscaban medicinas, heridos por peleas, o atacados por algún animal salvaje; sobre todo mordidos por serpientes, algunas de ellas mortales.
¡Cuántas vidas pudo salvar Teresa en aquel rudimentario dispensario! Hoy ya hombres y mujeres que trabajan y engrandecen el país y que tal vez ni siquiera saben que deben la vida a la generosidad y entrega de esta misionera vasca que dedicó años de su juventud a la misión.
En la foto vemos a Teresa Acarregui curando las heridas de un niño que se había quemado al caer en el fuego.