miércoles, 28 de diciembre de 2011

La bola de mijo

El mijo es el alimento básico para la mayor parte de la población del norte de Camerún, y para otros países de la región de África central, juntamente con otros cereales como el sorgo o el maíz, y últimamente también el arroz.
Entre los Masás y Museys con los que viví, era el pan nuestro de cada día.
La bola de mijo que amasaban y cocían las mujeres, como ya he descrito anteriormente en el capítulo anterior "moliendo mijo", era servida en un plato o cuenco a la que se acompañaba con otro cuenco de salsa. Los comensales sentados en esteras, alguna vez sillas y lo normal en el mismo suelo, cogían con los dedos una porción de la bola de mijo, la amasaban entre los dedos y hacían un pequeño hueco  que servía de especie de cuchara para mojarla en la salsa y llevarla a la boca.
La comida principal del día era al anochecer, cuando los hombres habían regresado de sus tareas del campo, de atender el ganado o de la caza, y las mujeres habían preparado la comida después de haber molido el mijo, y un sinfín de tareas domésticas. Lo que sobraba de la cena quedaba para el día siguiente por la mañana, pero esto ya se tomaba frío, a no ser que se diluyera como una papilla tomándolo con leche.
El mijo era el único alimento. Lo que variaba era la salsa, que podía ser de gombo, verduras, pescado seco, cacahuetes, y más raramente de carne.
Antes de comer te ponían una palangana con agua para lavarte las manos, y lo mismo al terminar la comida, pues no se utilizaba cubiertos. Además varias personas tomaban la bola de mijo del mismo plato y la untaban en el mismo cuenco de salsa.
Al terminar había que eructar como signo de educación de que uno había quedado satisfecho con la comida.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Moliendo mijo

Una de las tareas diarias de la mujer en África además de cuidar de los hijos, ir al pozo a buscar el agua, limpieza de la casa, trabajos en el campo, atender los animales de corral y muchas cosas más, es la de preparar la comida.
Siendo el mijo y el sorgo la base de la alimentación, todos los días tiene que dedicar una buena parte de su tiempo a preparar la comida.
Primero tiene que trepar a lo alto del granero para coger los granos necesarios para la alimentación de todo el día. Luego poniendo los granos en el mortero de madera majarlo con el majadero al ritmo de una canción, y muchas veces con el niño pequeño a sus espaldas. Una vez machacado el grano en el mortero y separada la cáscara del núcleo, tiene que aventarlo con la ayuda de dos calabazas. Si hace viento el grano aventado cae de la calabaza superior a la inferior que lleva en cada una de las manos, y la cáscara decorticada se la lleva el viento. Si no hay viento, recurre a hacer la misma operación pero andando de un sitio para otro para que la cascarilla quede atrás y se separe del grano.
Luego hay que triturar el grano en el molino, como vemos en la fotografía de esta joven.
El molino consiste en dos piedras planas, una mayor y fija que está incrustada en el tronco de madera o molino y otra más pequeña para las manos, y en medio se pone el grano que es triturado en un movimiento continuo de atrás hacia adelante acompasado por canciones de la misma mujer. Así se obtiene la harina de mijo que una vez cernida y limpia servirá para hacer la masa o bola de mijo.


viernes, 18 de noviembre de 2011

La Conferencia


En la misión de Gobó existía "la conférence", institución tomada de los protestantes, y que no había en otras misiones católicas de la zona, pero creo que era muy positiva para el trabajo pastoral. ¿Qué era la Conferencia?
Podemos decir que era algo intermedio entre un Consejo Parroquial y una Asamblea de Pastoral. Una Asamblea está abierta a todo el mundo, todos pueden participar, debatir los asuntos, votar las resoluciones y tomar decisiones. Un Consejo está restringido a un cierto número de personas representativas de las diferentes pastorales de la parroquia y que dan su opinión y consejo al párroco para la toma de decisiones y orientaciones pastorales.
La Conferencia estaba formada por su presidente, secretario, tesorero, vocales, todos ellos elegidos democráticamente por los miembros de la misma Conferencia, y eran representativos de cada comunidad local o aldea donde había cristianos, y que enviaba a ella a sus delegados para tratar los diferentes problemas y asuntos de la misión.
Se reunía dos o tres veces al año y en diferentes aldeas de la misión.
Ese día la comunidad que acogía la reunión de la Conferencia se preocupaba de tener el sitio preparado, esteras para los asistentes, sillas, (si había) para los misioneros y dirigentes de la Conferencia, agua, té, y comida. Era una jornada larga de debates, pues todos querían participar y dar su opinión sobre los asuntos tratados, y luego si había que tomar decisiones se hacía por consenso o por votación. Lo decidido en la Conferencia era para tomarlo en serio, y cada uno de los delegados lo hacía llegar a sus comunidades respectivas. Los misioneros, tanto las religiosas como los sacerdotes podíamos participar, dar nuestra opinión y orientaciones, pero no dirigíamos los temas, ni los debates.
Han pasado ya 35 años pero aún recuerdo los nombres de algunos de sus dirigentes: François Digina, de Dom Chandum, Gilbert Ganda, de Gobó, y Joseph Mulla de Dom Pya. Allí estaba también la hermana Lorraine que era canadiense y el P. Michel superior principal del Camerún que en esos días estaba haciendo la visita a los espiritanos del Norte.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Los bororos

 Los bororos son un pueblo de pastores nómadas que habitan en la zona del Sahel, en Níger, Nigeria, norte del Camerún y República Centroafricana. Pertenecen a la etnia de los fulani, también llamados peul o fulbés, y la lengua es el fufuldé. Son de religión musulmana, aunque tienen creencias y ritos animistas.
Su vida es el ganado, que cuidan con esmero y afecto, conocen a cada una de sus vacas a las que le dan un nombre propio, y cuando llega la estación seca se desplazan con sus grandes rebaños de vacas en busca de pastos y agua. 
Los hombres cuidan del rebaño, los llevan a pastar, los defienden contra los animales salvajes y los intentos de robo por parte de las otras tribus por donde se desplazan, planean y dirigen las rutas de la trashumancia, etc.. 
Las mujeres ordeñan las vacas, preparan la comida, se ocupan de la limpieza, elaboran la manteca y el queso, pues su alimento básico es la leche y sus derivados.
A veces se produce conflictos entre los fulani bororos y las otras tribus por donde pasan con sus rebaños, a causa del daño que produce el ganado a los cultivos de mijo, sorgo o maíz; o por el intento de robo de alguna cabeza de ganado por los agricultores, incluso pueden producirse algunas muertes. Ellos siempre van armados, con arcos y flechas, lanzas y cuchillos. 
Estas fotografías las tomé en los propios terrenos de la misión de Gobó, entre la iglesia y el dispensario por donde desplazaron centenares de cabezas de ganado como si fuera aquello un campo abierto, en enero de 1977. 

lunes, 24 de octubre de 2011

Un nuevo depósito




Siguiendo con el tema del pozo de la misión, subo aquí las dos fotografías, de los depósitos de agua que teníamos en la misión de Gobó cuando yo llegué allí en 1976, que eran dos bidones de 200 litros subidos en un árbol, y que había que llenar todos los días por la mañana y por la tarde para poder atender al consumo de agua del hospital y de las casas de las religiosas y de los misioneros; y el nuevo que instalamos, a principios de 1977, sobre unos pilares de hormigón, de 2000 litros de capacidad y que con la nueva bomba manual se subía directamente el agua desde el pozo hasta el depósito. Todo ello fue gracias a la ayuda económica de los cristianos del Canadá que colaboraron con las misioneras de la Caridad de Montreal que llevaban el hospital de Gobó. También se pudo realizar con la colaboración del P. Bernard Bonzyck, polaco, misionero oblato de María Inmaculada que estaba en la misión de Daná, a unos 30 kilómetros de Gobó, y que era un "manitas" para estas cosas de la construcción. Ahí lo vemos subido al depósito instalando los tubos para el agua. Recuerdo el trabajo que nos costó subir el depósito a la plataforma de cemento, pues sólo disponíamos de una escalera, cuerdas y maderas, y sobre todo fuerza humana de varios hombres, pues la cuestión de tener una grúa era impensable. Al fondo vemos la iglesia, un local muy simple que solo estaba bajo techo el altar, pues la gente tenía que permanecer al aire libre y bajo unos chamizos de caña para defenderse del tórrido sol de la sabana camerunesa.

miércoles, 12 de octubre de 2011

El pozo de la misión



La misión de Gobó tenía un pozo que había construido el P. Jean Savoie, junto a la iglesia y en el centro del terreno de la misión, a casi igual distancia del dispensario médico y de las casitas de adobe de las hermanas y de los padres. Pero no teníamos una bomba para sacar el agua. Por eso todos los días por la mañana y por la tarde un joven empleado tenía que sacar el agua del pozo con un cubo, que tenía una profundidad de unos 16-18 metros, y luego con una pequeña bomba manual subirla a unos bidones que servían de depósito colocados en lo alto de un árbol, y desde allí el agua iba canalizada por una tubería hasta el dispensario y nuestras casitas. (Ver el post de 2009: "los depósitos de agua"). En enero de 1977 con una ayuda que las misioneras de la Caridad de Montreal habían recibido de Canadá compramos una bomba manual más potente, que introduciendo los tubos dentro del pozo podía subir el agua hasta los nuevos depósitos, para los que también construimos unos buenos y altos pilares para que el agua bajara con más presión y llegara con más fuerza, tanto al dispensario como a nuestras casitas.
Como ya no se iba a sacar el agua del pozo a base de cubos, y como teníamos que colocar la nueva bomba sobre el pozo, tuvimos que cortar el brocal de cemento, y tapar la boca del pozo con cemento armado que allí mismo hicimos para poner la bomba sobre él. ¡Qué adelanto de la técnica! Era el primer pozo de la región con una bomba manual para sacar el agua.



jueves, 29 de septiembre de 2011

La pesca comunitaria




Los Massá del norte del Camerún, como los Museys y los Guiseys, son agricultores, ganaderos, cazadores y pescadores. Cultivan cereales para su alimentación: mijo, sorgo, fonio, maíz, y también arroz, cacahuetes y tabaco. Tienen rebaños de vacas, ovejas y cabras. Se dedican a la pesca y a la caza como complemento necesario para la alimentación. Pescan en el río Logón que hace frontera con el Chad, y en los lagos y grandes charcas que se forman en los meses de la estación de lluvias en hondonadas y zonas inundables.


Cuando la estación seca avanza, y se va consumiendo el agua de las charcas y lagunas por la evaporación y el clima tórrido, es el momento de organizar la gran pesca colectiva, ciwna. Hombres, mujeres, jóvenes y niños se lanzan juntos al agua con sus aperos de pesca, cestas de mimbre, redes y otros utensilios, y todos a una arrastran sus utensilios de pesca dentro de las aguas del lago, rebuscan entre el barro, y poco a poco van sacando los peces que pueden para luego darse un buen festín y también para secarlos al sol y tener alimentos disponible en tiempos de carestía, cuando las charcas se han secado y ya no puedan pescar.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Fuego en la sabana

En enero en el norte del Camerún estamos en plena estación seca, hace ya unos meses que no cae una gota de agua del cielo, la tierra está reseca y la yerba alta que durante la estación de lluvias creció hasta casi ocultar a una persona, ahora está seca, de un color amarillo tirando a rojo. Hay que preparar los campos para la próxima estación de lluvias y sembrar el mijo, los cacahuetes o el algodón. Por otra parte es el momento de la caza de animales para llevar a casa carne fresca con que alimentar a los hijos. Todo ello contribuye a prender fuego a la sabana. Pero el fuego se lleva por delante todo lo que está a su alcance, pues no hay manera de pararlo. Es impresionante ver por la noche la sabana ardiendo, a veces en un frente de varios kilómetros. La huida de los animales salvajes, y el acoso de los cazadores a los antílopes y otros tipos de cérvidos. Pero sobre todo es desolador el paisaje que queda una vez que ha pasado el fuego. No sólo se han quemado las yerbas sino también los grandes y pocos árboles de la sabana africana. Pero se espera la llegada de la próxima estación de lluvias, y con el agua del cielo brotará la nueva yerba verde, aunque muchos grandes árboles se habrán perdido para siempre.

miércoles, 31 de agosto de 2011

Sorgo rojo

En gran parte de África se cultiva el mijo, el sorgo y el fonio, que son cereales parecido al maíz y que es la base de la alimentación para la mayor parte de la población, sobre todo del medio rural y de las personas más pobres, que no pueden adquirir harina de trigo u otro tipo de alimentación.


Son cereales ricos en energía, con bastante nutrientes sobre todo de hierro y magnesio por lo que son buenos para combatir la anemia, y muy recomendados para las mujeres embarazadas.


En el norte del Camerún que se cultivaba tanto en la sabana como en la región de la montaña era el alimento de cada día. Había diferentes tipos de mijos y sorgos, en Musey se decía "wana" al mijo en general; unos eran de granos blancos y pequeños, "galañga" (los de mejor sabor cuando las mujeres preparaban la harina para hacer la bola o masa a especie de un pan y que acompañaba a cualquier comida), otros de granos rojos, "cedeñga", de sabor más fuerte y áspero y más astringente.


Normalmente se sembraba al comienzo de la estación de lluvias, a finales de mayo o principios de junio, para cosecharlo a finales de septiembre antes de comenzar la estación seca. Pero existía también otro tipo de sorgo de la estación seca, "gurumba", que es el de la fotografía, que se sembraba en terrenos de charcas al comienzo de la estación seca y que crecía debido a la humedad del suelo y podía cosecharse en enero-febrero, lo que les permitía a algunos campesinos tener una segunda cosecha, tan necesaria para paliar los meses de carestía y a veces de hambre.

jueves, 25 de agosto de 2011

Acarreando agua

Allí junto al lago de Ardaf, y cerca de la misión católica de Djougoumta, tanto a las primeras horas de la mañana, como a la caída del sol por la tarde, se acercaban las mujeres con sus cántaros de barro cocido, tinajas, baldes y calabazas en busca de agua.


En la estación seca el lago había bajado varios metros su nivel, debido a la evaporación por el fuerte calor solar, como así mismo por el gran consumo por parte de los animales y de las personas de su entorno.


Las mujeres al llegar a la orilla oteaban el horizonte para saber si en ese lugar había hipopótamos cerca o estaban más alejados o en aguas más profundas. Luego entraban en el agua turbia y hundían sus pies en el barro, se daban un baño refrescante para su piel, y sin secarse el cuerpo, llenaban los cántaros de agua, y se lo llevaban en un increíble equilibrio sobre la cabeza hasta la choza donde vivían, a centenares o miles de metro del lago.


Y volvían a repetir el camino y el acarreo del agua hasta tener bien abastecida la vivienda con agua suficiente para beber toda la familia, para la cocina de los alimentos y para el baño del marido y de los hijos.


martes, 26 de julio de 2011

Cultivo de tabaco

Después de pasar las Navidades en Gobó, fui a descansar los primeros días del nuevo año 1977 a la misión de Djougoumta. Allí junto al lago Fianga en el que había muchos hipopótamos y que todas las tardes a la puesta de sol escuchábamos sus bramidos, me encontré con este campesino guisey que cultivaba su pequeño campo de tabaco. Aunque el terreno no era grande sin embargo suponía un gran trabajo para él por falta de los aperos de labranza necesarios, pues solo disponía de una pequeña azada de mango corto y un cubo para traer el agua desde la orilla del lago a la parcela que cultivaba. Pero según me contó eso le daba para ganar un poco de dinero con la venta de las hojas de tabaco muy apreciadas tanto por los guiseys, como los massás y demás tribus vecinas, muy aficionados a fumar en pipa tanto los hombres como las mujeres, como así mismo a mascar el tabaco o a esnifarlo por la nariz.



viernes, 22 de julio de 2011

La iglesia de Ardaf

Ardaf es una aldea guisey del distrito de Gueré que depende de la misión de Djougoumta en el norte del Camerún. Ya en otros post he escrito algo sobre la misión de Djougoumta, la misión más próxima a Gobó y podemos decir que la misión madre de Gobó; pues fueron los misioneros espiritanos que estaban en esa misión los que fueron a evangelizar la región de Gobó y luego fundaron allí otra misión católica. La población de Gobó es Musey, pero la de Djougoumta es Guisey, una de las ramas de los Massás que pueblan esa zona llamada "pico de pato" del norte de Camerún y parte del Chad al otro lado del río Logón. En Djougoumta estaba en aquel tiempo el P. Fernando Corazón, espiritano de Madrid, que con mucho esfuerzo intentaba evangelizar a los Guiseys. Ardaf estaba a unos 15 kilómetros y como había un buen grupo de cristianos comenzó a construir una iglesia para ellos con la ayuda que recibió de España. Pero los fondos se acabaron y la iglesia quedó a medio construir. Supongo que con los años que han pasado esa iglesia se acabaría de construir y sobre todo que la comunidad cristiana habrá crecido y que incluso hoy día tengan a sus sacerdotes y religiosas del propio país.

domingo, 26 de junio de 2011

Pauline, la leprosa

Pauline era una mujer cristiana de Gobó, madre de familia, que los domingos venía a la iglesia a la celebración de la Eucaristía, juntamente con los otros cristianos. Pauline era leprosa, padecía la enfermedad de los pobres, como otros cincuenta leprosos que cada jueves iban al dispensario de la misión de Gobó, para ser tratados con los antibióticos, y como varios millones más de personas que padecen esta enfermedad en el mundo, en los países pobres de África, Asia y Sudamérica.
La lepra es una enfermedad que existe desde hace siglos, pero que desde el descubrimiento de la bacteria que lo producía por parte de Hansen en 1874, prácticamente ha desaparecido de los países ricos, aunque aún permanece en los países pobres del mundo. Con un diagnóstico temprano y el adecuado tratamiento se puede parar la enfermedad y curación. Hay dos tipos de lepra: la cutánea que afecta a la cara, nariz y labios con deformación de la cara y úlceras; y la tuberculoide, que comienza con hipersensibilidad de la zona afectada, parálisis y puede llegar hasta la pérdida de los dedos, e incluso las manos y los pies. Como era la lepra de Pauline. En casos más grave hay putrefacción de la carne, de las úlceras y heridas y un olor repugnante.

Por la Biblia sabemos que los leprosos vivían aislados y no se podían acercar a los poblados, eso aconteció también en Europa durante siglos. En África no, el leproso es un miembro más de la comunidad que participa en la vida social de su pueblo.

lunes, 6 de junio de 2011

Escribiendo en la arena

En la misión de Gobó no teníamos escuelas para niños, como en Djougoumta, Viri, Yagoua y otras muchas misiones del norte de Camerún, pero sí existía la escuela pública en manos de la Administración civil, dos locales para niños y niñas dirigidos por unos profesores mal pagados, que exigían a sus alumnos les llevaran huevos, mijo, tomates... o les hacían ir a trabajar a sus campos en tiempo de siembra o de recolección.
Era fácil a veces de ver a los niños realizar las tareas escolares en el suelo sobre la arena. Así no gastaban en cuadernos, lápices y bolígrafos. Los niños lo tomaban casi como un juego, el escribir en la arena con el dedo o con la ayuda de una palito, el hacer las operaciones matemáticas, sumas y restas, o los dibujos geométricos. Y que mejor borrador que las sandalias o las chanclas.


Cuando alguna vez paseando por la playa he visto a los niños disfrutando de sus vacaciones haciendo castillos en la arena, o a los adolescentes y jóvenes escribiendo mensajes de amor efímeros, pues pronto llega la ola del mar y desaparece, me acuerdo de los niños de Gobó y de tantos niños pobres en los países del subdesarrollo, que aprenden a escribir y dan sus primeros pasos escolares con tan pocos medios, escribiendo con el dedo en la tierra. Pero seguro que muchos de ellos a pesar de tan pocos recursos han podido triunfar en la vida y hoy son personas con sus estudios acabados, y algunos incluso con estudios universitarios, que tienen una buena posición en la vida y que trabajan por una sociedad y un mundo mejor.

viernes, 27 de mayo de 2011

La prometida




No recuerdo su nombre, pues han pasado ya 34 años, pero si me acuerdo que esta chica adolescente vino a hablarme porque su padre la había prometido en matrimonio a un hombre mucho mayor que ella. No era una princesa prometida, pero si era una de las pocas chicas que se expresaba bien en francés, pues asistía regularmente a la escuela de Gobó.


Era normal entre los Museys, como en gran parte de África, que el matrimonio era concertado por los padres de las jóvenes que iban a casarse. Para concertar un matrimonio había que pagar la dote a los padres de la novia. Normalmente estaba establecida la dote en una decena de vacas. A veces variaba según el interés de ambas familias. Otras veces si no había vacas suficientes podía entrar en la dote otros animales, como novillos, becerros, caballos, ovejas, y hasta bicicleta, dinero en especie, ropas, etc...


La dote era muy importante para la unión de las familias y la estabilidad del matrimonio. Pues en caso de ruptura del compromiso matrimonial, la familia de la novia tenía que devolver la dote recibida a la familia del novio, y eso era muy difícil, por lo que los propios padres de la novia vigilaban y aconsejaban por la estabilidad del matrimonio. Pero también acontecía que los chicos jóvenes no tenían capital suficiente para poder pagar la dote, por lo que tenían que pasar varios años de trabajo para poder casarse. En cambio personas mayores que tenían ganado en abundancia les era fácil adquirir una segunda mujer, incluso una tercera o una cuarta mujer, pues existía la poligamia. Y a veces chicas muy jóvenes se veían casadas con un hombre mayor polígamo, siendo la tercera o cuarta mujer de dicho hombre, además de no ser bien recibida por las otras mujeres.

martes, 10 de mayo de 2011

Los primeros cristianos


En 1976 llegué a la misión de Gobó, que había fundado dos años antes el P. Savoie, pero los primeros cristianos Museys habían sido bautizados una década antes, cuando aún no existía la misión como tal y era atendida la zona desde la misión de Djougoumta por los misioneros espiritanos. De ese primer grupo de cristianos Museys que podemos considerar como los fundamentos de la misión, tenemos aquí en la fotografía de la Navidad de 1976 a tres de ellos. Son:


- Jean-Baptiste Ngoursan, primer catequista y hombre de confianza de los primeros misioneros, que se hospedaban en su casa antes de crearse la misión de Gobó, y al que se le encargó el molino de la misión, que fue la primera construcción que se hizo en la misión, y el comienzo de las actividades sociales de la iglesia.


- Marc Hlamma, joven abierto al progreso y con visión del futuro, que se dedicó al comercio, actividad que estaba casi exclusivamente en mano de los Fulbés, y que le iba bien, pues ya en aquel tiempo destacaba por su manera de vestir, su casa, incluso su motocicleta en medio de un pueblo en el que prácticamente no había vehículos.


- François Diguina, también catequista de la zona de Dom, que se mantuvo como tal durante los años que yo estuve en Gobó, y que me recibiría en su casa durante los meses de la estación de lluvias de 1977 para estar yo más cerca de la gente y así aprender la lengua Musey.


A ellos y otras varias personas que fueron los primeros catecúmenos y cristianos Museys de Gobó se les puede considerar hoy día, que aún no se han cumplido los 50 años de evangelización, los fundamentos y pilares de la iglesia católica de Gobó.

martes, 26 de abril de 2011

Navidad en Gobó



Y en medio de la estación seca llegó la Navidad. Era mi primera Navidad en Gobó. Pues el año anterior estaba en Yagoua en la parroquia de Saint-Paul. La celebración de la Misa se hizo fuera del recinto sagrado, al aire libre bajo la sombra de los árboles, para que pudieran participar más personas. Ese día también algunos paganos y musulmanes se acercan a la celebración para desear a los cristianos una feliz Navidad. Tuvimos algunos bautismos de niños cuyos padres eran ya cristianos, y que esperaron hasta el día de Navidad para ser bautizados. Y acabada la Misa y la celebración de los bautismos se organizó una alegre fiesta con cantos, danzas y representaciones cómicas por parte de niños y mayores. Acabando todo con una comida compartida en un ambiente de fiesta y hermandad.

lunes, 11 de abril de 2011

Haciendo tableros


La fotografía no es buena, pero es un testimonio de las pequeñas cosas que se hacen en una misión. Creo que ya he comentado en otros capítulos anteriores de mis memorias de África, que en la misión de Gobó no teníamos colegios ni escuelas de niños como existen en gran parte de las misiones católicas en África, pero si un dispensario médico y un molino para moler los granos de mijo. Había tres religiosas de la Caridad de Montreal del Canadá, que además de dirigir y atender el dispensario, también colaboraban con la pastoral de la parroquia y hacían animación rural, y trabajos con las mujeres. Formaron algunos grupos de jóvenes y adultos, tanto en Gobó como en otras aldeas, para la alfabetización de los que no habían sido escolarizados de niños. El material mínimo imprescindible para este trabajo era unos tableros, que vemos están pintando de negro, para luego distribuirlo por las aldeas, y allí atados al tronco de un árbol y bajo la guía de un catequista o monitor voluntario dar las clases de alfabetización o primeras letras para un grupo de adultos sedientos de aprender a leer y escribir.

domingo, 3 de abril de 2011

El "séko"

En los meses de la estación seca es cuando se construyen las casas, se reparan las estropeadas por el agua en la estación de lluvias, y se rehacen los vallados del "saré", el cercado de casas, chozas y corral para el ganado. El material propio de esta región de la sabana africana es el barro, la arcilla secada al sol, las yerbas de la sabana, y los troncos de árboles.

El "séko", el nombre creo que es árabe, pues no existe en francés ni en español, se utiliza para hacer el cercado, como valla o empalizada, para impedir la vista del interior del corral y de las chozas desde el exterior de la calle o del campo, su nombre en Musey es "liwda". También sirve como techo del sombrajo para impedir los rayos solares y tener un lugar de reposo a la sombra dentro del corral. Su nombre es "heena".

Los hombres van al campo, a sitios donde se han formado charcas de agua en la estación de lluvias y ha crecido la yerba alta. Siegan esas yerbas y hacen los montones de haces. Los llevan a la aldea y allí a la sombra de un gran árbol, entrelazan en el suelo las yerbas, atándolas con una cuerda de esparto que ellos mismos fabrican. Una vez terminado el "séko" lo enrollan y se lo llevan al mercado para la venta.

lunes, 21 de marzo de 2011

El pozo de la aldea


"Jesús, fatigado por la caminata, se sentó junto al pozo. Era cerca del mediodía. En esto, una mujer samaritana se acercó al pozo para sacar agua. Jesús le dijo: -Dame de beber... (Jn. 4, 1-42).
Esta escena del evangelio de Juan, que leeremos el próximo domingo en la Eucaristía, es una escena que se puede contemplar fácilmente en cualquier aldea africana. Yo mismo la he vivido más de una vez. Tras una larga caminata para ir a visitar a los cristianos de una aldea, acercarme al pozo, donde a cualquier hora del día hay gente que va a sacar el agua para beber, para preparar la comida, para el aseo, o para abrevar el ganado. Normalmente el ir al pozo a sacar el agua es trabajo de la mujer y de las chicas jóvenes, aunque también van los hombres para dar de beber al ganado. El pozo es el lugar donde se conocen las noticias de la aldea, donde se comenta todo y se difunden los chismes. Cada uno tiene que ir provisto de su calabaza y cuerda para sacar el agua, además del cántaro de barro cocido, odre de piel de cabra, barreño de cinc, balde, jofaina, cubo o palangana de plástico. Las mujeres y muchachas transportarán el agua sobre sus cabezas hasta las tinajas de sus cocinas, donde reposará a la sombra y estará fresca y disponible para todos los de casa.

lunes, 14 de marzo de 2011

Techos de paja

Meses después de acabar la estación de lluvias, en plena estación seca, cuando las altas yerbas de la sabana africana ha pasado del verde al color dorado, es el momento para ir a segar la yerba al campo, formar los haces de yerba seca y trasladarlos a la aldea, y allí a la sombra de un árbol, dedicarse a trenzar la yerba y hacer el techo convexo en forma de cucurucho para las casas.
En el trabajo de hacer la choza participan varias personas, tanto hombres como mujeres y también los niños. Cada uno tiene su tarea y cometido. Unos preparan los ladrillos, mezcla de barro y paja, las mujeres traen el agua del pozo, los niños pisan la mezcla de adobe y paja, los hombres dan forma a los ladrillos y los colocan en hileras a secar bajo el sor ardiente de la estación seca. Los hombres van a cortar la yerba, las mujeres la cargan en sus cabezas para llevar los haces a la aldea. Los hombres construyen los muros de la choza, pero las mujeres les ayudan trayéndoles el agua. Unos trenzan la paja para el techo, otras preparan las cuerdas de fibras vegetales para amarrarlas.

En la estación seca la construcción de las casas es el trabajo principal, puesto que no se puede cultivar nada debido a la falta de agua, y a que la tierra está tan seca y dura que es imposible trabajarla.
Hay un proverbio Musey que dice: "Fat tew min zii di", que quiere decir: "No se construye la casa en un día"

lunes, 21 de febrero de 2011

Construcción en la misión.


Una vez pasada la estación de lluvias, en los meses de diciembre a febrero, es el tiempo para reparar las chozas que se han deteriorado con los aguaceros y tormentas, cambiar el techo de paja que se ha podrido, o que ya no sirve para otra estación de lluvias, arreglar los muros de barro que se han deteriorado o incluso levantar desde los cimientos una choza nueva.

También en la misión de Gobó, después de pasar la primera estación de lluvias, tuvimos que hacer dos chozas nuevas, una que serviría de cocina y otra de sala de estar, pues tanto en la una como la otra entraba el agua como en un colador. Así que manos a la obra.

En primer lugar encargamos los ladrillos, hechos de adobe, barro y paja y secados al sol, y los trajimos en la vieja camioneta de la misión. Luego unos albañiles vecinos levantaron los muros.


Tuvimos que ir al bosque a cortar los troncos de los árboles que servirían para el techo. Después encargar la paja seca para trenzar el seko que se coloca encima de los palos para el techo, y luego otra paja especial que también va atada y que se coloca en el techo en espiral desde la parte de abajo sobre el muro hasta la parte superior haciendo el cucurucho.
"Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles..." (Sal.126).


martes, 8 de febrero de 2011

Murió de hambre


Acabo de leer en una revista de Manos Unidas, campaña contra el hambre en el mundo, que cada minuto mueren 9 niños por causas asociadas a la desnutrición.
Eso me ha hecho recordar la fotografía que hice en el dispensario de Gobó.
Aunque la fotografía no es buena, pues la hice sin flash en el interior del dispensario, y sin regular bien el objetivo, sin embargo es un testimonio de lo que muchas veces oímos y tal vez no acreditamos, pues la realidad del hambre nos parece algo muy lejano.
En la fotografía está Liliane Pellegrin, enfermera francesa, cooperante durante varios años en la misión de Gobó, y una joven enferma de paludismo, que llegó al dispensario en los puros huesos, debido a su grave estado de desnutrición, y que aunque se le atendió con todos los medios disponibles que teníamos, sin embargo al día siguiente falleció.
Causa de la muerte el hambre. Pues el paludismo tratado en buenas condiciones no es mortal.
Cuando una persona no está suficientemente alimentada, cualquier enfermedad debilita las defensas del organismo, y si esta enfermedad es grave puede acabar con la vida de esa persona.
Y eso es lo que aconteció con esta pobre joven que murió de hambre.

lunes, 24 de enero de 2011

Niños hospitalizados

En la misión de Gobó en 1976 no teníamos hospital. Solamente teníamos el dispensario atendido por dos religiosas canadienses de la Caridad de Montreal y una enfermera laica francesa, además de los enfermeros y personal auxiliar locales.
Pero como había que atender a los enfermos, no solo de la región de Gobó, sino también a los de Ardaf, a los de Bastepé, y a los que llegaban del Chad, y como el hospital más próximo estaba en Yagoua a 50 kilómetros de Gobó, hicimos tres casitas de cemento y techo de chapa para que los enfermos que tenían que ser hospitalizados y quedar bajo vigilancia y seguimiento médico pudieran ser atendidos.
Ni siquiera teníamos camas para hospitalizarlos, así que una simple esterilla de esparto en el suelo servía de lecho para los enfermos.
En el dispensario había una sala para los partos donde las madres venían a dar a luz a sus hijos. Esa misma cama para los partos servía a veces para hospitalización como vemos en esta fotografía donde hay dos niñas que están con el suero puesto y acompañadas de sus mamás.
Viendo las carencias y necesidades de la población acudimos a organizaciones internacionales pidiendo ayuda para poder construir el hospital y tener lo mínimo indispensable como las camas para poder acoger y tratar a los enfermos hasta su recuperación.
Esa ayuda nos llegaría unos años después, desde Alemania con Misereor, y en 1980 se construyó el hospital en Gobó.

sábado, 15 de enero de 2011

El enfermero

Gabriel era uno de los enfermeros del dispensario de Gobó, que había recibido la formación para desempeñar su trabajo en el mismo dispensario, acompañando a las hermanas canadienses de Montreal, y a Liliane, la misionera seglar francesa que había sido la primera en venir a trabajar a la misión de Gobó.
Tanto Gabriel como los otros enfermeros aunque solo tenían los estudios primarios, conocían bien el francés, por lo que podían servir de traductores entre las misioneras y los enfermos museys y fulbés que no hablaban francés.
Pero no sólo ejercían de traductores, también organizaban las consultas médicas, hacían las curas, ponían las inyecciones, tomaban la tensión, dispensaban los medicamentos, cuidaban del mantenimiento de la farmacia, y de las diferentes salas del dispensario, y ayudaban a las hermanas enfermeras en las pequeñas operaciones y sobre todo en el momento de los partos, que había prácticamente todos los días.
Los enfermeros de Gobó no fueron nunca a la universidad, pero ¡qué mejor formación que la práctica diaria en su trabajo de atender a los enfermos!