domingo, 26 de junio de 2011

Pauline, la leprosa

Pauline era una mujer cristiana de Gobó, madre de familia, que los domingos venía a la iglesia a la celebración de la Eucaristía, juntamente con los otros cristianos. Pauline era leprosa, padecía la enfermedad de los pobres, como otros cincuenta leprosos que cada jueves iban al dispensario de la misión de Gobó, para ser tratados con los antibióticos, y como varios millones más de personas que padecen esta enfermedad en el mundo, en los países pobres de África, Asia y Sudamérica.
La lepra es una enfermedad que existe desde hace siglos, pero que desde el descubrimiento de la bacteria que lo producía por parte de Hansen en 1874, prácticamente ha desaparecido de los países ricos, aunque aún permanece en los países pobres del mundo. Con un diagnóstico temprano y el adecuado tratamiento se puede parar la enfermedad y curación. Hay dos tipos de lepra: la cutánea que afecta a la cara, nariz y labios con deformación de la cara y úlceras; y la tuberculoide, que comienza con hipersensibilidad de la zona afectada, parálisis y puede llegar hasta la pérdida de los dedos, e incluso las manos y los pies. Como era la lepra de Pauline. En casos más grave hay putrefacción de la carne, de las úlceras y heridas y un olor repugnante.

Por la Biblia sabemos que los leprosos vivían aislados y no se podían acercar a los poblados, eso aconteció también en Europa durante siglos. En África no, el leproso es un miembro más de la comunidad que participa en la vida social de su pueblo.

lunes, 6 de junio de 2011

Escribiendo en la arena

En la misión de Gobó no teníamos escuelas para niños, como en Djougoumta, Viri, Yagoua y otras muchas misiones del norte de Camerún, pero sí existía la escuela pública en manos de la Administración civil, dos locales para niños y niñas dirigidos por unos profesores mal pagados, que exigían a sus alumnos les llevaran huevos, mijo, tomates... o les hacían ir a trabajar a sus campos en tiempo de siembra o de recolección.
Era fácil a veces de ver a los niños realizar las tareas escolares en el suelo sobre la arena. Así no gastaban en cuadernos, lápices y bolígrafos. Los niños lo tomaban casi como un juego, el escribir en la arena con el dedo o con la ayuda de una palito, el hacer las operaciones matemáticas, sumas y restas, o los dibujos geométricos. Y que mejor borrador que las sandalias o las chanclas.


Cuando alguna vez paseando por la playa he visto a los niños disfrutando de sus vacaciones haciendo castillos en la arena, o a los adolescentes y jóvenes escribiendo mensajes de amor efímeros, pues pronto llega la ola del mar y desaparece, me acuerdo de los niños de Gobó y de tantos niños pobres en los países del subdesarrollo, que aprenden a escribir y dan sus primeros pasos escolares con tan pocos medios, escribiendo con el dedo en la tierra. Pero seguro que muchos de ellos a pesar de tan pocos recursos han podido triunfar en la vida y hoy son personas con sus estudios acabados, y algunos incluso con estudios universitarios, que tienen una buena posición en la vida y que trabajan por una sociedad y un mundo mejor.