domingo, 23 de mayo de 2010

La Misa de la "vun tilla"

Como he comentado en anteriores relatos, la vun tilla era la fiesta del año nuevo para los Museys, que comenzaba con la luna nueva del mes de octubre, al acabar la estación de lluvias y comenzar la estación seca, y era el momento de la recolección de la cosecha de mijo; por consiguiente época de abundancia de alimentos por los granos recolectados. Después de saludar a Mulna, el jefe tradicional de los Museys de Dom, me dirigí a donde se estaban congregando los cristianos venidos de las diferentes aldeas museys, debajo de un gran árbol, para celebrar la Eucaristía. Allí en torno a la mesa del altar, con cantos y danzas museys íbamos a celebrar el verdadero y único Sacrificio, el de Cristo que entregó su propia vida para la redención de toda la humanidad, que derramó su propia sangre para salvar también a los Museys.
En ese momento recordé que hubo fiestas paganas de la antigüedad que fueron cristianizadas, y pensé que con el paso de los años y cuando los cristianos no sean una minoría entre los Museys, la vun tilla, fiesta del año nuevo, será una fiesta cristiana de Acción de gracias a Dios por la recolección de las cosechas. Ahora 34 años después, y por relatos de misioneros de Gounoun Gaya en el Chad veo que así es.

lunes, 17 de mayo de 2010

Las posesas



Junto a la casa del jefe tradicional de los Museys en Dom Suluku, estaban las de las "fulinas", es decir de las mujeres que estaban poseídas por algún espíritu, o genio de la naturaleza, espíritu de la luna, espíritu del agua, espíritu del bosque, del antílope, o de la serpiente. Eran una especie de sacerdotisas, clase especial entre los Museys, vivían célibes, recibían la consulta de los fieles animistas para saber a que espíritu tenían que aplacar para ofrecerles un sacrificio, que ellas determinaban si era un cabrito, una gallina u otro animal doméstico, la forma de hacerlo, etc... otras veces tenían que expulsar algún mal espíritu de personas que se sentían poseídas por ellos; otras eran consultas para conocer el porqué tal persona estaba enferma y a qué espíritu tenía que invocar para recuperar la salud. También como sacerdotisas escuchaban las confesiones de personas que se encontraban agobiadas por el mal que habían realizado, y ofrecían sacrificios de reparación. Las "fulinas" que yo vi varias veces en Dom Suluku y en otras aldeas museys, no llevaban ningún tipo de vestido o ropa; simplemente llevaban un cinturón de abalorios en la cintura, y cubrían el pubis con hojas de árboles, además de varios collares en el cuello, y brazaletes de metal en las muñecas y piernas.

lunes, 3 de mayo de 2010

El jefe tribal

Cuando llegó la fiesta de la "vun tilla", del año nuevo Musey, me desplacé a la aldea de Dom Suluku, para conocer y participar de la fiesta, y también para celebrar la Eucaristía con los cristianos Museys bajo la sombra de un gran árbol, pues en dicha aldea no había capilla. Pero además quise ir a saludar a Mulna, el jefe tradicional de la tribu, y llevarle un poco de tabaco como regalo y reconocimiento de su autoridad.
Los jefes de tribu africanos tenían antiguamente gran autoridad sobre todos los miembros de la tribu; pero con la colonización europea y luego la independencia de los países africanos fueron desposeídos de sus poderes por la administración civil. De todas formas todavía tenían ciertas funciones tradicionales que seguían ejerciendo, tanto civiles, judiciales como religiosas. Protegían a los miembros de la tribu, eran mediadores en los conflictos, ejercían de jueces y a ellos se acudía en casos de disputas; también eran sacerdotes: eran los que sacrificaban los animales ofrecidos a los espíritus, los que celebraban el ritual y las oraciones a Dios. El jefe religioso era el primero que recogía los primeros frutos de la cosecha para ofrecérselos a Dios y el que hacía las libaciones de la cerveza de mijo en la"vun tilla". Nadie podía cosechar sus campos hasta que el jefe no lo hubiera hecho; como así mismo nadie sembraba hasta que el jefe tradicional hacía el ritual debido y se ponía a sembrar su campo. Es el que hacía las oraciones rituales antes de la caza del antílope, recibiendo parte de los animales abatidos, y el que antiguamente decidía sobre la guerra.
Mulna me recibió a la puerta de su casa y me ofreció sentarme en la estera a la sombra del cobertizo de paja. El jefe tradicional era ya de los pocos habitantes Museys que seguía vistiéndose con la piel de cabra curtida, que se ceñía a la cintura y que sólo cubría las nalgas, y no llevaba nada más sobre su cuerpo, a no ser algunos adornos como colgantes o pulseras. Por respeto a mí, el misionero blanco que iba a visitarle se cubrió con la misma piel de cabra la entrepierna. Me habló que los jóvenes ya no escuchaban sus consejos, ni continuaban con las tradiciones de sus antepasados, me agradeció el que hubiéramos venido de lejos para traerles la Palabra de Dios, y me pidió que diera buenos consejos a los jóvenes para conducirlos por el buen camino, y hacer de ellos buenas personas, honradas, trabajadoras y que respeten a sus mayores.