lunes, 26 de noviembre de 2012

Techos que andan

Al comienzo de la estación de lluvias y final de la estación seca podemos encontrarnos en las aldeas del norte del Camerún con techos de paja que andan o se desplazan de lugar, y nos puede llamar la atención por lo insólito de la situación. No se debe a una mudanza o cambio de domicilio, ni un traslado de la vivienda a otro lugar, sino a algo mucho más simple. Las chozas construidas con materiales débiles y perecederos, barro, tronco de árboles y paja, se deterioran fácilmente con las fuertes lluvias tropicales y el sol tórrido de la estación seca, y al cabo de dos o tres años hay que reemplazar el techo. Durante la estación seca se rehacen los muros de barro o arcilla, se corta la yerba alta de la sabana y los troncos de árboles que sustentarán el techo, y a la sombra de un buen árbol se construye el nuevo techo, que una vez acabado hay que llevarlo a la casa nueva o reformada. Para ello es necesario la colaboración de varias personas, unos vecinos ayudan a otros, y antes que comiencen las lluvias vemos que los techos caminan por las aldeas de un lugar para otro. Con la introducción de los tejados de uralita o de zinc, esta imagen irá desapareciendo poco a poco de las aldeas africanas. 

viernes, 9 de noviembre de 2012

Muerte de un polígamo

Al llegar la estación de lluvias, tiempo de los trabajos agrícolas, decidí dejar la misión de Gobó e irme a vivir a una pequeña aldea del interior, a la casa de François Diguina, catequista de Dom Tchamdum para aprender con ellos la lengua Musey. A los pocos días de estar allí, el 7 de julio de 1977, murió un vecino, un hombre pagano que tenía varias mujeres. Como vemos en la fotografía hay varias chozas y graneros en el "saré", (el conjunto de casas de la familia), pues cada mujer tiene su casa y su granero dentro del "saré". Tras la muerte se reúnen los familiares y vecinos del difunto para preparar los funerales. Envían a jóvenes mensajeros a otras aldeas para que por toda la región se conozca la noticia.

 
Una vez conocida la noticia de la muerte comienzan a llegar los familiares, parientes, amigos, conocidos y todos los que quieren ir al duelo para dar las condolencias a la familia, para llorar con los que lloran, para  comer y beber y pasar el día y la noche danzando. Las mujeres, los hijos y familiares del difunto tienen que proveer de comida y bebida para todos lo que llegan. Así que ahí llevan un ternero para ser sacrificado y darles de comer a todos los presentes.

La llegada de los que van al duelo es impresionante, con gritos desgarradores, ayes, lamentaciones, llantos, carreras y saltos. Los hombres armados en plan de ataque a la muerte, las mujeres haciendo cabriolas y arrojándose al suelo con peligro de herirse o de fracturarse una pierna o un brazo.

El cadáver del difunto es depositado envuelto en un lienzo blanco en una especie de cama de tronco de árboles, a la sombra de un gran árbol junto a la casa donde ha vivido. Los hombres armados con bastones, lanzas, cuchillos y otras armas blancas le hacen la guerra a la muerte, gritando y danzando junto al cadáver.

Algunos llegan montados a caballo con sus armas de guerra, o de caza, pues son las que utilizan para la caza del antílope y de las gacelas de la sabana camerunesa. Por cierto el caballo musey es una raza especial de caballo, a medio camino entre el poney y el caballo árabe.

Los familiares más allegados para manifestar el dolor y como signo de duelo cubren sus cuerpos de barro y cenizas, y comienzan a excavar en la tierra la tumba para el difunto. Mientras tanto se les reparte bebidas a los asistentes al duelo.

Llegan los tambores: timma, el tambor de la muerte, que es el más grande, de sonido grave y que se percute sólo con ocasión de la muerte, y que su sonido se puede oír a gran distancia, y tininga, otro tambor más estrecho y alto que se coloca de pie y acompaña para la danza. Al mismo tiempo han cortado grandes troncos de árbol y los clavan en la tierra para marcar el lugar de la tumba y dar a entender que allí está enterrado un hombre importante que se ha destacado en la lucha o en la caza.


Una de las viudas canta las hazañas del finado, y cuenta retazos de su vida, lo fuerte que era, su valor y otras cualidades que tenía, ciertas o inventadas y como se comportó con ella, los hijos que le dió, etc... y así cada una de las viudas y otras plañideras.
Al caer la tarde, una vez cavada la fosa, se deposita el cadáver en ella, envuelto en lienzos blancos y en la estera en la que dormía, junto con su pipa y algunos utensilios que él estimaba. Se echa la tierra encima hasta cubrir completamente la fosa y se dejan encima de la tumba objetos del difunto, como ropas, silla, azadas, etc...
Luego la fiesta continuará toda la noche con comida, bebidas, bailes... al ritmo de los tam-tams que no pararán de tocar, y aprovechando que es un momento de encuentro de gentes de muchas aldeas diferentes, luchar contra la muerte, creando nuevas vidas.
Días después vemos que por el "saré" ha pasado la muerte, pues se destruyen todas las chozas del muerto y de sus viudas, sus cocinas y graneros, y el lugar ha sido abandonado para que la muerte no venga de nuevo a buscar a otra persona de la familia. Las mujeres y sus hijos pequeños, junto con todos los demás bienes: ganado, vacas, cabras, utensilios de labranza, etc... han pasado por la ley del levirato en herencia a sus hermanos.