lunes, 20 de octubre de 2008

El dispensario


En el terreno de la misión, a varias decenas de metros detrás de la iglesia, se encontraba el dispensario, dirigido por dos misioneras canadienses, las soeurs grises de Montreal, y una enfermera francesa, Liliane Pellegrin, que fue la que comenzó el trabajo sanitario entre los Museys, antes de que llegaran las religiosas. El edificio, aunque nuevo, no era de grandes dimensiones; tenía una primera sala de atendimiento a los enfermos, otra más reservada, maternidad, farmacia, servicios y almacén. La gente llegaba desde la primera hora de la mañana al salir el sol, hasta el mediodía, y tenían que esperar su turno en el porche y alrededores. No era un hospital, pero hacía las veces de hospital, pues el más cercano estaba en Yagoua a 50 kilómetros de distancia, y sin transporte para poder acudir a él. Al dispensario de la misión de Gobó acudían los enfermos, no sólo de toda aquella región, sino también los de Ardaf, donde había un pequeño hospital público, pero que nunca tenía medicamentos, ni era buena la atención médica. Cuántas veces ví a militares y policías de Ardaf que venían al dispensario de la misión de Gobó para ser atendidos ellos, o para que sus mujeres dieran a luz, pues se fiaban poco del hospital del gobierno. También venían muchas personas del vecino Chad, pues allí la situación era todavía peor. Si la misión comenzó en Gobó con la instalación de un molino de harina, la verdadera revolución de Gobó y sus alrededores fue el dispensario que les cambió su vida a miles de familias Museys.

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