viernes, 3 de abril de 2009

Semana Santa en Camerún

Siguiendo con mis memorias de África, y como he dicho en anteriores blogs, a principios de marzo de 1976 me trasladé a la misión de Gobó, de la que había sido nombrado párroco. Era el tiempo de cuaresma, tiempo fuerte del año litúrgico en el que los catecúmenos hacían la preparación para recibir las aguas del bautismo. Se intensificaba las catequesis, las charlas y reuniones, los exámenes de los candidatos al bautismo, y todos los preparativos para la Semana Santa. Iba a vivir mi primera Semana Santa en tierras africanas. ¡Que diferente a las vividas en mi niñez en Montánchez, en tierras de Extremadura! O las que estamos acostumbrados a ver en cualquier región de España. Allí no había procesiones, ni pasos, ni imágenes de Nazarenos, ni de vírgenes dolorosas, ni música de cornetas y tambores, ni capuchas, ni velas, ni olores a incienso... Ese Viernes Santo, de la Pasión de Cristo y muerte en cruz, me encontré al ir a la iglesia con Marie, joven madre, ciega y minusválida, que tenía amputada una pierna, dando de mamar a su hijo. Ella, como los demás cristianos de las aldeas vecinas, venía andando descalza y con sus muletas para participar en los santos oficios. Y yo veía ante mis ojos la Pasión viva de Cristo que sigue sufriendo en cada persona que carga en esta vida con su propia cruz.

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