En plena estación seca, en las primeras semanas del año 1979, en Gobó en el extremo norte del Camerún, después de meses de trabajo en el campo, para preparar el terreno, sembrar el algodón, arrancar las malas yerbas, y recolectarlo bajo el tórrido sol africano, ha llegado el momento de llevarlo a la plaza del mercado donde llegarán los camiones de la Sodecoton, única empresa que tiene el monopolio del mercado del algodón en Camerún. Los campesinos que han recogido el algodón en sus casas, teniendo incluso que dormir en la calle por no haber sitio para ellos y el algodón, lo llevan ahora al mercado en sus canastas o cestos artesanales, participando toda la familia, desde los niños pequeños hasta los ancianos. Cada familia prepara su pequeña montaña de algodón para cuando lleguen los camiones, pesen el producto y le den unos cuantos billetes por la venta de todo un año de trabajo. Cuánta ilusión en los niños que participan del trabajo como de un juego; pero cuánta desilusión en los adultos al recibir la paga tan escasa por todo un año de trabajo, y cuántas injusticias del mercado que se aprovecha de los pobres y enriquece a los ricos. Cuando ese algodón llegue a Europa transformado en prendas de vestir y se venda en las mejores tiendas y "boutiques" ¿por cuánto se habrá multiplicado el precio pagado a los pobres agricultores cameruneses?
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