Otro trabajo infantil en el campo era ayudar a sus padres a cavar la tierra para la siembra del mijo, del maíz, de los cacahuetes, o del algodón, y sobre todo de echar la semilla en el suelo y enterrarla con el pie descalzo, pues el trabajo con la azada era duro y cansado para ellos. Semanas después tenían que ayudar a sus padres a arrancar la malas yerbas que crecían junto con los cereales. Y cuando los granos estaban maduros a recoger la cosecha, cargarla en cestos y llevarla a la aldea.
También eran ellos los que iban al campo a buscar la leña para el fuego del hogar. Normalmente era un trabajo de adultos el ir con el hacha a cortar la leña de algún árbol, y sobre todo de las mujeres el acarrearla hasta su casa para la cocina, pero siempre había niños con ellos que muy gustosamente cortaban los troncos pequeños y lo trasladaban a casa.
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