domingo, 16 de junio de 2013
Aprendiendo la lengua
Han pasado ya 35 años y no recuerdo sus nombres, llamémosles Pierre y Paul, dos niños de la aldea de Dom Tchandoung en la que me establecí durante la estación de lluvias para aprender la lengua musey, y que frecuentemente venían a hablar conmigo. Aunque en aquella aldea no había escuelas, sin embargo ellos habían aprendido a hablar francés asistiendo a la escuela de Dom Pya, una aldea vecina que estaba a unos kilómetros de distancia de la suya. Todos los días después de tomar un resto de la masa de mijo de la noche anterior, diluida en un poco de leche de vaca o de cabra, cuando había leche, o si no diluida en agua, cogían sus cuadernos y material escolar y marchaban contentos a la escuela de la aldea vecina a través de la sabana camerunesa. La escuela de Dom Pya la habían construido los mismos aldeanos con ladrillos de adobe y techo de paja y unas ventanas sin maderas ni cristales, simplemente eran unos agujeros en el muro para que entrara claridad al interior. Allí Pierre y Paul aprendieron las primeras letras y lo rudimentario de la lengua francesa. Ellos venían a menudo a hablar conmigo, yo aprendía lo esencial de la lengua musey y ellos se ejercitaban hablando francés.
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