domingo, 8 de junio de 2008

En la misión de Magao

En la misión de Magao, diócesis de Pala, en Chad, pasé unas tres semanas, junto a José Luís Ferrer, joven jesuita español, que trabajaba sobre la lengua Massá, y un padre oblato de María Inmaculada, responsable de aquella misión. Me impresionó la sencillez de la misión; sus casas eran como las de los Massás, de ladrillos de adobe y techos de paja. Sólo variaba el mobiliario. Teníamos unos camastros, con colchón para dormir, unas rudimentarias sillas y mesa, y poco más. Es lo que se llamaba la misión de la "brousse". No existía la electricidad, ni el agua corriente. De un pozo había que sacar el agua a cubos para nuestro aseo, y para beber. Teníamos que filtrarla con unos filtros de barro para evitar enfermedades. Pero a pesar de ello, o porque bebí y comí con la gente en las aldeas que visitábamos, justo a los tres meses de mi llegada a África, a principios de diciembre cogí una amebiasis. Sería mi primera enfermedad en tierras africanas. Y qué mal lo pasé. Fuertes dolores intestinales, vómitos y diarreas continuas, sin médico, ni una simple farmacia. Al empeorar mi situación me tuvieron que llevar en el "dos caballos" de la misión hasta la ciudad de Bongor, donde tras verme el médico y recetarme los medicamentos adecuados pude ir recuperando la salud, y regresar de nuevo a Magao.
En el Chad yo era, lo que decimos hoy, un "sin papeles", pues había pasado simplemente de un país al otro en una piragua, la frontera era el río Logón. Pero tampoco tuve ningún problema, pues no se acercó a mí ningún policía para pedirme documentación.

Con José Luís me fui acercando un poco a la lengua Massá; me enseñó a saludar: "Bananna an gang debé". Y a distinguir entre el saludo a un hombre o a una mujer, pues hay dos tu diferentes según que el interlocutor sea hombre o mujer, como nosotros distinguimos entre él y ella. Por la noche, cuando se habían acabado los trabajos de la jornada, José Luís con su magnetófono se acercaba al grupo de aldeanos que reunidos bajo la luz de la luna contaban cuentos, refranes e historias de sus antepasados. Qué verdad es que en África los ancianos son verdaderas bibliotecas vivientes. Creo que José Luís llegó a editar un libro de cuentos Massás. Luego durante el día escuchaba una y otra vez lo que había recogido en cinta magnetofónica, y escribía el cuento, o la historia que hubiera grabado. Analizaba las frases, las nuevas palabras que recogía, e iba haciendo el diccionario y la gramática de lengua Massá.

Fue allí en Magao, donde una señora me puso un nombre massá Yammalla. Luego me dijeron que era un nombre importante. Nuca conocí a nadie con ese nombre; aunque sí otros parecidos, pues yam significa cabeza, y es un nombre para los jefes, y gente importante.
Estas semanas en la misión de Magao en Chad, me ayudo mucho para mi futura vida misionera, en medio de la "brousse".

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