miércoles, 31 de diciembre de 2008

Los leprosos


La fotografía de esta mujer nos puede impresionar, con una pierna amputada, e igualmente varios dedos de las manos, y otras llagas propias de la lepra. En nuestro mundo occidental y desarrollado nos parece que eso de la lepra es cosa de siglos pasados, pero en África y otros muchos países pobres esa es una realidad ahí presente, y no completamente vencida. En la misión de Gobó, en el norte del Camerún donde trabajé me encontré con muchos leprosos, tanto en las aldeas como en la ciudad, hombres, mujeres, jóvenes, e incluso niños. En el dispensario de la misión el jueves estaba dedicado a curar a los leprosos. Había unas cincuenta personas que todos los jueves pasaban por el dispensario para su tratamiento. Recuerdo perfectamente a una joven madre leprosa, Pauline, que todos los domingos venía a la iglesia con su niña pequeña a la espalda, y cuando se acercaba a comulgar y extendía las manos, cogía la Sagrada Forma entre sus muñones, pues no tenía dedos, perdidos por la lepra. Pero, ¡con que fe participaba en la Eucaristía!, y, ¡qué bien cuidaba a su niña, lo limpia y aseada que la llevaba! Cuando leía el Evangelio y los relatos sobre Jesús me parecía estar mucho más cerca de Él entre los Museys, que en este mundo occidental, tan distinto y tan alejado de Dios.

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